Tanta preocupación hay en el Gobierno por la situación en Venezuela que el reencuentro cara a cara de Javier Milei y la vicepresidenta Victoria Villarruel en una reunión de gabinete quedó en un segundo plano. El mandatario escuchó, como suele ocurrir cada vez que reúne a sus ministros, buena parte del tiempo y repasó el informe detallado que hizo la canciller Diana Mondino y sólo intervino para mostrar su inquietud por la seguridad en torno a la embajada en Caracas y advertir que el dictador Nicolás «Maduro está dispuesto a todo», una premisa que plantea desde antes de la elección, incluso cuando un sector de su administración tenía cierta expectativa de que el régimen chavista aceptara una derrota.
Con el foco puesto en Venezuela, la reunión de Gabinete se vio desnaturalizada. Mondino dio un largo informe que combinó el detalle de último momento de las gestiones con otros países de la región para unificar un criterio, con las horas de zozobra que había soportado la noche del lunes el personal diplomático que trabaja en la embajada, cuando grupos paraoficialistas se apostaron en las inmediaciones de la sede.
En el Gobierno descreen que esa aproximación, bloqueada gracias a la intervención de vecinos partidarios de la oposición, haya sido con el sólo hecho de amedrentar. Según pudo reconstruir Clarín de fuentes inobjetables del gabinete, el propio jefe de Estado planteó su preocupación: «De Maduro se puede esperar cualquier cosa, está dispuesto a todo».
En ese sentido, Mondino contó que la Convención de Caracas ampara a la Argentina en la defensa de los seis dirigentes de la oposición que están asilados en la embajada, pese a la orden de Maduro de que todo el personal diplomático argentino debe abandonar Venezuela.
Sin embargo, según explicó la canciller, ese salvoconducto no está garantizado por parte del régimen y el Gobierno no quiere arriesgarse a que tropas chavistas intercepten a la delegación cuando se está retirando de la embajada. Aunque se dio en otro país, la imagen de la Policía de Ecuador deteniendo al ex vicepresidente Jorge Glas cuando estaba asilado en la embajada de México en abril pasado está bien fresca y es el escenario más temido.
A su turno, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, evaluó que se trata de una situación «muy compleja» y puntualizó la indefensión que sufre la embajada ante la imposibilidad de enviar gendarmes como se había propuesto en marzo para garantizar la seguridad. El personal de una empresa privada que trabaja en la sede sería insuficiente para contener la irrupción de una tropa venezolana, fue su crudo diagnóstico.
En la conferencia de prensa que brindó minutos después, el vocero presidencial, Manuel Adorni, admitió la preocupación por la tensión que viven en la sede diplomática desde que este lunes a la tarde Maduro decidió romper las relaciones con Argentina y otros países que desconocieron los resultados electorales y les dio 72 horas para retirar todo el personal.
«Estamos prestando mucha atención a lo que pasa allí con nuestra embajada», dijo el vocero, que fue muy cauteloso y no quiso anticipar los movimientos que hará la Argentina respecto a los asilados, a la espera del viaje que la canciller Mondino emprendió a Washington para participar de la sesión especial de urgencia de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Tanta preocupación tenía el Presidente que este martes, a diferencia de su primera reacción el domingo, evitó redoblar la confrontación directa con Maduro para que no caldear más el clima. “No queremos dar motivos para que justifiquen una locura”, argumentaron desde Presidencia.
Fue Adorni, en cambio, el que calificó de «inaceptable» e «inapropiada» la andanada de insultos que le había propinado Maduro al Presidente, cuando lo tildó de «nazi», «fascista» y «estúpido». Y le respondió: «Nos pareció una imbecilidad (lo que dijo), viniendo de un imbécil».
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