La verdad, es que aunque el actual gobierno argentino haya tomado posiciones, incluso contractuales, cercanas a los demócratas y bien lejanas a la administración Trump, es difícil pensar que algo puede cambiar radicalmente en la relación con Argentina, si gira el rumbo de la política en Washington.

El gobierno de Alberto Fernández ha jugado claramente con los demócratas y tuvo choques evidentes con la administración Trump.

El contrato que firmó la Argentina con el estudio Arnold & Porter, que tiene a Tom Shannon, (exfuncionario multinivel del Departamento de Estado y demócrata) para representar la imagen del país en los Estados Unidos es una prueba de ello. Shannon, que además de defender a la Argentina conoce muy bien Brasil ya que fue embajador allí, algo que algunos consideran no muy conveniente en este nuevo rol de defensor de la argentinidad en Washington, debe lobiar allí por el Gobierno y especialmente frente al mundo económico, por lo que entre sus principales tareas esta el apoyo a Martín Guzmán. Ese rol podría ser clave si al Gobierno se le ocurre traer a Jorge Argüello a Buenos Aires para una función superior, siempre en caso de recambios, y se envié a Washington a un experto en economía.

Nada indica que la llegada de los demócratas a la presidencia, si es que eso se confirma hoy, venga de la mano de nada muy distinto a lo que las administraciones de ese partido tienen acostumbrada a Latinoamérica.

Como sucedió con los Clinton (en rol de presidente y candidata) y luego con Barack Obama, los demócratas le exigirán a Latinoamérica menos corrupción, mas transparencia y menos autoritarismo. El menú es históricamente conocido y en general siempre vino acompañado de no mucha atención hacia la región. En medio del incendio que vive el mundo todo indica que esa costumbre no cambiará en lo inmediato.

Los demócratas, a su vez, podrán cambiar su política hacia Cuba (Biden ya anunció que volverá a la apertura a la isla que inició Obama) pero sería muy extraño que viraran la visión hacia Venezuela que tiene hoy la administración Trump, simplemente porque cuando fueron gobierno tampoco lo hicieron.

Alberto F. quizás no pueda permitirse una lejanía de los Estados Unidos. En primer lugar porque debe renegociar con el FMI y allí manda el sillón del representante de Washington; además, en los últimos días el propio gobierno reconoció que se buscará financiamiento en organismos internacionales para bajar la presión sobre la emisión en el 2021.

Y ahí aparece Trump de nuevo. Si el republicano gana, el país deberá remontar el rechazo que le dieron a Mauricio Claver-Carone como presidente del BID y se pretendió dar aire a la candidatura de Gustavo Béliz. Ese hombre clave de Trump en la ayuda de los EE.UU. a Mauricio Macri fue el primero en hablar con Alberto F. presidente en México. Un error de apuesta parecido al que cometió Susana Malcorra en su momento.

Gane quien gane, el gobierno en su fuero intimo sabe que aunque a los argentinos les guste creer que EE.UU. los está mirando y que lo que haga la Argentina puede molestar o poner nerviosa a la Casa Blanca, esa visión no es más que una mera fantasía lejana a las prioridades del cualquier gobierno en Washington.

Por fmluzucom

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