La primera librera en la calle Victoria hoy Hipolito Yrigoyen Foto Prensa El Ateneo
La primera librería en la calle Victoria, hoy Hipolito Yrigoyen. /Foto: Prensa El Ateneo.

Cuentan que en el principio fue una librería. Abrió sus puertas en 1912 y su primera sede estuvo en la calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen) 653, entre Perú y Chacabuco, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. “El marco era una Argentina próspera, en plena expansión, con una población ávida de información y preocupada por cultivarse. Algo en lo que colaboraban la educación obligatoria y el deseo de los inmigrantes por incorporarse a la nueva realidad que les tocaba vivir. A ese país llegó Pedro García, un inmigrante de origen español, nacido en Logroño, quien de algún modo quiso devolver el entrañable amparo que le dio su país de adopción. Y que terminó por ser conocido como “el as de los libreros de América””, relata Marcela Luza, actual directora de la editorial.

Apenas un año más tarde y, como parte de un mismo proyecto, la tienda de libros comenzó a editar los propios. Fueron «Las Bases», de Juan Bautista Alberdi, y «Vida de Franklin», del historiador francés François Mignet, que había tenido una primera impresión hacia 1870 en España y probablemente García había leído en su juventud. El español fue un pionero en lo suyo, al punto tal que el ISBN (el número de identificación de las publicaciones) de la editorial es la número 2, detrás de la del Congreso de la Nación. 

La sucursal de Crdoba al 2000 Foto Prensa El Ateneo
La sucursal de Córdoba al 2000, /Foto: Prensa El Ateneo

Desde principios del siglo XX la editorial hizo un fuerte hincapié en las cuestiones de la salud pública y de lo que se conoció como “higienismo”: serie de hábitos y prácticas destinadas a mejorar la calidad de vida de la población y así llegó las publicaciones de medicina. Señala Luza: “García sabía que había libros imprescindibles que no se conseguían en el país y emprendió varios viajes a Europa, en especial, a Francia, en busca de esos textos, que al principio la editorial ofrecía en su versión en lengua extranjera, para luego traducir y convertir muchos de ellos en material de consulta obligatoria para el gremio médico”.

En 1917, la librería se traslada a Florida 371. Luego, en 1932, la empresa abre una sucursal en Córdoba 2099, frente a la Facultad de Medicina ya que tenía un catálogo eminentemente médico. Al cumplir las Bodas de Plata, en 1938, El Ateneo se afinca en el  tradicional edificio de Florida 340, un suntuoso local de varios pisos, propiedad de uno de los primeros magnates de la industria del cine, Max Glucksmann, quien, por azares del destino, también era dueño del cine Grand Splendid, donde muchos años después abrió una librería de la firma que hoy es considerada una de las más lindas del mundo.

A aquel local de la peatonal porteña llegaban Manuel Mujica Láinez, Jorge Luis Borges, Eduardo Mallea, Horacio Quiroga, Victoria Ocampo, Leopoldo Marechal, María Elena Walsh, Juan Filloy y Héctor A. Murena.

También la visitaron el expresidente uruguayo José María Sanguinetti, Héctor Larrea, Nicolás Guillén, Alejandro Apo e, incluso, Ray Bradbury. “Por entonces había una frase entre los lectores que buscaban un libro determinado. “Lo que está, está en El Ateneo”. Una vez el escritor mexicano Carlos Fuentes recordó que a los quince años compró su primer libro de Borges en El Ateneo”, precisa Luza y apunta que la Guerra Civil Española había traído al país a toda una serie de industriales del libro y, ante la severa censura franquista, la Argentina se convirtió en el primer polo editorial en lengua hispana: «Aquí se traducían las obras contemporáneas y se difundían los clásicos».

La librera de la calle Florida que frecuentaron Borges y otros escritores Foto Prensa El Ateneo
La librería de la calle Florida que frecuentaron Borges y otros escritores. /Foto: Prensa El Ateneo

Dicen los que lo conocieron que García estaba realmente preocupado porque más gente tuviera acceso a los libros. Había implementado un sistema de cuentas corrientes que les permitía a los clientes llevarse los libros y pagarlos a medida que su economía se los permitía. Aunque algunos como el luego presidente Agustín P. Justo no llegó a saldar su deuda.
García también fue el promotor de la “Primavera de las Letras”, considerada el principal antecedente de la Feria Internacional del Libro. Así la describe su actual sucesora: “Se hacía en septiembre. Sacaban las mesas de la librería a la calle Florida. Convocaban a autores de todas las editoriales que firmaban ejemplares y conversaban con los lectores”.

El catálogo de la editorial está constituido por temas médicos, como las obras de dos de los Premios Nobel argentinos: Bernardo Houssay y Luis Federico Leloir pero también temas infantiles, superación personal, astrología, ficción juvenil, ficción adulta, libros pedagógicos, diccionarios y el mítico «Mi planta de naranja lima», de José Mauro de Vasconcelos, un clásico de la literatura brasileña de todos los tiempos.

La sucursal que abri en lo que era el cine Grand Splendid una de las libreras ms lindas del mundo Foto gentileza Mauro Roll
La sucursal que abrió en lo que era el cine Grand Splendid, una de las librerías más lindas del mundo. /Foto: gentileza Mauro Roll-.

“En mayo cumplo cuatro años y me siento honrada de trabajar en una casa tan prestigiosa. Forma parte de mi desafío profesional conservar los estándares de calidad con los que fue creada la editorial. Y, aunque no tuve el honor de conocer a Don Pedro García, comparto muchos de sus ideales. Deseo fervientemente que cada vez más gente tenga acceso al mundo de los libros”, cuenta Luza y ejemplifica: “Desde hace tres años, formamos parte de una iniciativa de los ciudadanos de Saliquell{o, que se llama “Nace un niño, nace un árbol”. Por cada niño que nace en el año se planta un árbol y la editorial entrega un libro a la familia, que da inicio a la biblioteca de ese niño. También, hacemos campañas solidarias de donaciones y tenemos un programa llamado “El Ateneo visita tu escuela””.

A 110 años de su fundación la editorial los celebra con un stand de madera en el pabellón verde de la Feria del Libro. “La cantidad de gente que recorre sus pasillos es realmente conmovedora. Familias enteras pasan el día mirando, participando y dejándose atravesar por las propuestas…” describe Luza y se anima a dos comparaciones a modo de argumento para quienes dicen que los libros son caros: “Unas zapatillas importadas cuestan por encima de los 20 mil pesos, una entrada a un recital, no menos de 25 mil. Los libros te permiten estudiar, viajar, amar, odiar, reconciliarte, repensarte y todo sin moverte de tu sillón. 

La directora actual Marcela Luza en el stand de la Feria del Libro Foto Prensa El Ateneo
La directora actual, Marcela Luza, en el stand de la Feria del Libro. /Foto: Prensa El Ateneo

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