La economía argentina ha enfrentado durante más de una década una restricción cambiaria que parece haber quedado incrustada en su dinámica. Las opiniones sobre su efecto en el crecimiento económico difieren, pero los datos revelan una constante: el Producto Interno Bruto (PIB) no ha mostrado señales de expansión desde la reinstauración del cepo en 2011. La noción de que la economía no puede crecer bajo restricciones cambiarias es hoy debatida desde los más altos niveles del gobierno, un cambio discursivo que deja en clara la complejidad de su posible eliminación.

En una reciente entrevista televisiva, el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, hizo una afirmación que capturó la atención de muchos: “Se han comido el cuento de que la economía no puede crecer si no salís del cepo”. Esta declaración, inusual viniendo de un funcionario clave del gobierno, marca un giro con respecto a lo que se había sostenido en el pasado. Incluso el presidente de la Nación, Javier Milei, durante su presentación en el Consejo de las Américas en agosto de este año, aseguró que “es falso que no se pueda crecer con cepo”.

Sin embargo, los datos económicos ofrecen una perspectiva distinta. Desde la implementación de las restricciones cambiarias en 2011, la economía argentina no ha logrado un crecimiento sostenido. Si analizamos el PIB per cápita, el escenario es aún más preocupante, ya que ha experimentado una caída, dado que la población creció un 11% durante el mismo período. Este estancamiento económico no es un fenómeno reciente ni coyuntural, el PIB ha fluctuado dentro de un rango limitado, sin mostrar señales claras de recuperación estructural o expansión sostenida.

Un cambio de discurso y de estrategia

En 2015, antes de asumir la presidencia, Javier Milei había dejado en claro que levantar el cepo era esencial para restaurar el funcionamiento normal de la economía. El entonces proponía, entre otras medidas, la emisión de un bono en dólares para absorber el exceso de pesos. No obstante, el mensaje ha ido evolucionando con el tiempo. Aunque no se ha descartado la necesidad de eliminar el cepo, el gobierno ha modificado las condiciones necesarias para su levantamiento, enfocándose principalmente en la reducción del excedente de pesos.

El lanzamiento del bono en dólares del BCRA, conocido como Bopreal, es parte de la estrategia para combatir ese exceso de pesos que podría inflar la demanda de divisas. Determinar con precisión cuánto representa ese excedente no es tarea sencilla, dado que parte de él se encuentra en Letras de Financiamiento (Lefis) controladas por el Banco Central, y otra porción está invertida en letras y bonos del gobierno.

Este instrumento logró reducir la cantidad de pesos, a costa de generar una deuda en dólares en el corto y mediano plazo, pero no es suficiente. La economía necesita de una remonetización y crecimiento de la demanda de dinero.

Dicha demanda de dinero ha crecido, principalmente como respuesta a la convalidación de la suba de precios. La base monetaria ha aumentado un 127% en el último año, mientras que la inflación acumulada ronda el 115%. Con la desaceleración de la inflación la cantidad de pesos necesaria para transacciones también crecerá en forma moderada.

Un futuro incierto

Eliminar las restricciones cambiarias implica mucho más que liberar el precio del dólar. Requiere una transformación profunda en la política monetaria. Para empezar, no se podrá mantener una tasa de interés real negativa, como la actual. Además, la política de endeudamiento también deberá cambiar, ya que renovar la deuda en pesos será más complicado sin un mercado de bonos tan favorable.

Los bonos en moneda local, que han sido un destino obligado en tiempos de restricciones, perderán su atractivo a medida que el mercado cambiario se liberalice. La eliminación del cepo también traerá consigo la posibilidad de una depreciación del peso, lo que podría generar inestabilidad financiera y la necesidad de una política de tasas más agresiva.

El riesgo de un salto cambiario es real, y los costos asociados a una salida desordenada del cepo solo aumentan con el tiempo. Si el gobierno insiste en que la condición fundamental para eliminar el cepo es que no exista ningún exceso de pesos, el horizonte para lograr esa estabilidad parece lejano.

Corregir los desequilibrios monetarios o minimizar los riesgos para normalizar la política cambiaria es, sin duda, una medida adecuada. Sin embargo, pretender que el riesgo cambiario se reduzca a cero puede ser una estrategia que resulte excesivamente costosa a largo plazo. Mientras se espera esa situación ideal, la política actual de crawling peg del 2% mensual se queda corta frente a una inflación que supera ampliamente ese porcentaje, agravando el retraso del dólar oficial. Hace un año, el tipo de cambio oficial se encontraba en $365,50, y con una inflación interanual del 218,8%, hoy debería estar en torno a $1.165. Para alcanzar el mismo nivel de atraso cambiario que en octubre de 2023, el dólar oficial tendría que subir un 17% adicional.

Aun así, tal vez debamos pensar en un escenario económico donde el cepo nos acompañe, si no es todo, por lo menos gran parte del gobierno de Javier Milei.


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