Fernando Bernabé Santos es Capitán de Navío (r) de la Armada Argentina y navegó en el ARA Bahía Paraíso durante el conflicto del Atlántico Sur.

Fernando Santos. Después de un largo tiempo en mi andar y luego de bregar con determinadas vicisitudes que nos impone la providencia, surgía una deuda en mi fuero íntimo, algo que estaba pendiente y que necesitaba expresarlo. Era una obligación relatar una página viviente y recordar a un coloso de la Guerra de Malvinas, por lo que hoy deseo rendirle un homenaje al Transporte Polar ARA Bahía Paraíso que enmarcó un derrotero en nuestra historia naval, por lo que deseo hacer conocer cómo llegó a mi vida profesional.

A fines de octubre de 1981, cuando llegábamos del viaje de instrucción de la promoción 110, tu silueta se divisaba desde el inicio del espigón de la escollera norte. A medida que la alegría nos surcaba por llegar a casa, tu imponente parada naranja hacía que respetáramos y envidiáramos sanamente a quien sería el o los asignados a cubrir algún puesto en la nueva unidad. Así se cuenta este primer acto: éramos ocho contadores de la promoción 68 y, disculpen mis compañeros por esta infidencia, cuando nos dieron a elegir los futuros destinos, la mayoría eligió la zona 50 y el único combatiente en forma total la zona 75 –pedía el Crucero ARA General Belgrano y como segunda opción un destructor. La suerte de la taba jugó a mi favor. Me puse muy contento cuando el Jefe de la Brigada informaba que mi destino estaba en el imponente Transporte Polar ARA Bahía Paraíso.

Después de la ceremonia de egreso llevada a cabo a fines de noviembre del año 1981, con la licencia otorgada, llegué a mi Salta querida, cuna de mis estudios, para hacer escala y pasar a mi pago, Santa María Catamarca “Portal de los Valles Calchaquíes” y simplemente quiero manifestar de mi pago, la paz interior que emite su geografía y en forma especial la inyección de vida que me refresca mi niñez y mi juventud, acompañándome en todos los desafíos. Cuando transcurría una semana, un telegrama me notificaba que debía presentarme urgente para realizar la campaña antártica.

El viernes 15 de Diciembre de 1981 me incorporaba a mi primer equipo de trabajo, comprometidos con la profesión, gran sentido humano y la mayoría de carácter jovial. Con un lenguaje simple pero sentido, narraré tu historia Bravo Uno.

Naciste en la Boca, cuna de gladiadores, construido por manos argentinas como prototipo de un proyecto nacional, vestiste la camiseta del primer Transporte Polar, con un equipo de grúas que te hacían sobresalir de tu primo mayor, el Rompehielos ARA Almirante Irizar. Zarpaste el 26 de diciembre de 1981, para iniciar tu primera travesía con tu capacidad logística agotada por la carga en apoyo a las siete bases antárticas. Para sorpresa de todos, habías cruzado dos veces el Círculo Polar Antártico. Las evaluaciones de tu quilla reforzada en romper el lecho blanco fueron altamente satisfactorias y los en- tendidos decían que había nacido otro rompehielos.

Tu primera tripulación, no llegaba a los veinticinco años de promedio, dirigida por un excelente conductor, tu comandante Ismael Garcia. Él fue el norte de todos, su profesionalismo y paternalismo conformaban un excelente ser humano. La dotación siguiendo el perfil indicado, le infundió el alma a esa masa de acero e inclusive era contagiosa tu música a quienes se embarcaban como refuerzo de tu legión.

Con ese clima y ante la finalización de la Campaña Antártica en Ushuaia, como premio mayor de tu primera misión, cumplida con excelentes resultados. Te alistaste el 20 de marzo para cumplir otra misión. Embarcaste a 17 tropas especializadas con todo el bagaje de combate y zarpaste hacia las Islas Orcadas para dejar un equipo electrónico. A gran parte de la dotación le había llamado la atención por los combatientes embarcados, simplemente nos habían informado que iban a una operación especial.

El 23 de marzo de 1982 zarpaste con rumbo al mar de Scotia y el 24 entramos al atardecer a la Bahía Stromness para dejar en Puerto Leith al grupo especial. Cuando entramos, divisamos un paisaje magnífico con contrastes de colinas y montañas abruptas y elevadas, costas articuladas y el clima subpolar, frío y con viento leve. Las cuatro lanchas de desembarco se destacaron para amarrar dos a babor del frágil muelle y dos amadrinas a un velero francés con dos tripulantes. Los extranjeros de la nave se asustaron al ver como cruzaba la tropa especial y se dirigían a la Ballenera al encuentro con los obreros argentinos que realizaban el desarme de una de las balleneras. Después del cálido recibimiento de los argentinos que ya estaban en descanso y ante la amenaza del viento, empezamos a descargar de las lanchas los pertrechos del grupo destacado. Se hizo difícil la tarea de traslado de la carga, eran 100 metros de distancia entre el puerto y la factoría, el viento empezaba a golpear cada vez más fuerte y desde el buque nos notificaban que rápidamente debíamos regresar para zarpar por aviso de temporal. La carga era muy frágil y había que tratar con cuidado dado que muchas cajas de madera tenían municiones. Con el grupo ALFA instalado en Puerto Leith, como refuerzo de seguridad para nuestros compatriotas (1 TNCB ,1 TNME, 8 comandos, 7 buzos tácticos y 3 hombres del buque), Bahía Paraíso zarpaste a mar abierto.

Desde el 24 de Marzo al 2 de Abril, para sorpresa de todos, fuiste a torear y jugar a las escondidas con el buque científico inglés HMS Endurance. Realmente no recuerdo, ¿cuántas millas navegamos al norte de la Isla San Pedro? Había días de fuertes vientos y la navegación se hacía dura, tuviste que capear fuertes temporales y, ¡que anécdota la tuya!, cuando la Corbeta ARA Guerrico se incorporó como refuerzo de la misión. ¡Que unidad marinera! Desde tu puente de comando se le divisaba únicamente la antena de comunicación por las bravas olas del temporal.

El día 3 de Abril a las ocho horas aproximadamente entramos junto con la Corbeta ARA Guerrico a la bahía del puerto Leiht, la corbeta se amadrino y nos pasó 40 infantes con todo el equipo de combatiente y algunos pertrechos de refuerzo. Ese día, recibiste la orden superior de integrar las unidades que debían recuperar e iniciaste tu diario de guerra en la gesta de Malvinas, tu primer evento en las Islas Georgia del Sur. Zarpamos juntos rumbo a Grytviken para detectar la presencia de fuerzas hostiles.

El ambiente distendido se trocó cuando se produjo la recepción de las primeras bajas, consecuencia de las acciones llevadas a cabo. El cambio fue tan brusco que sorprendió a la generalidad. El equipo responsable de las operaciones en la cubierta de vuelo, recibió un duro impacto al enterarse de la pérdida de una aeronave, dejando solo al Alouette en la misión de transportar a los camaradas que habían sufrido heridas y que en muchos casos necesitaban urgente atención. Todo ello causó un amargo sabor que se mantuvo hasta que se produjo la recuperación final de la isla San Pedro.

Las tareas de abordo sufrieron el impacto del cambio, rompiendo la rutina con el movimiento generado por los heridos llevados al área de Sanidad y por los prisioneros tomados (22 marines y 14 científicos). Ellos fueron alojados en camarotes de cubiertas bajas ante los cuales estaban apostados guardias y centinelas en lugares estratégicos para mantener un nivel normal de seguridad. El 4 de Abril a la tarde, zarpaste de la Isla San Pedro rumbo al continente y al llegar a la zona de Comodoro Rivadavia, una nueva orden recibías, trasladar como puente logístico móvil las aves negras del Ejército Argentino, con destino final a las Islas Malvinas. Tres viajes hiciste, desde el 6 al 9 de Abril.

El 14 de abril llegaste a la Base Naval Puerto Belgrano, grande fue el recibimiento y en forma inmediata desembarcaste a los prisioneros, con sus correspondientes efectos sin novedad. De inmediato el Arsenal y los Talleres de Puerto Belgrano embarcaron varios equipos de trabajo (Ingenieros navales-electricistas-electrónicos-supervisores y técnicos) y se abocaron a alistarte, día y noche, como buque hospital, recibiendo posteriormente a los profesionales que iban a integrar la sanidad en combate (provenían de los hospitales navales de Rio Santiago y Buenos Aires) completando la dotación con personal femenino, instrumentistas y enfermeras de la Escuela de Sanidad Naval. El trabajo resultó complejo y como corolario te pintaron seis cruces rojas que te identificaban como tal. Se agrega una anécdota, el Arsenal Naval Puerto Belgrano monto el primer buque hospital en un tiempo record, diez días con capacidad de 300 camas de internación- 25TI–25TIn y 250 sala general, como si hubieran trasladado el Hospital Pirovano de la Ciudad de Buenos Aires, que tiene 320 camas de internación.

Los médicos con alguna experiencia en sanidad en combate se pusieron al frente del grupo constituido para satisfacer las responsabilidades asignadas y con ese propósito planificaron los puestos a cubrir y los servicios a prestar. De a poco, tu nueva actividad se fue completando y a tres días de la zarpada, te adicionaron una nueva tarea para actuar como buque de apoyo logístico. Con ese propósito, se trabajó día y noche en abarrotar la bodega N° 2, en el caso de víveres, se embarcaron 400 Tn de víveres secos y 200 Tn de frigorizada para satisfacer las necesidades a diez mil hombres durante treinta días. Además, se embarcó vestuario para 2.500 hombres (muda completa, calzado y overol verde).

Cuando la carga y el alistamiento se encontraban a son de mar, las directivas recibidas sobre la constitución del grupo de sanidad en combate fue cambiada substancialmente, quedando integrada en definitiva por 28 médicos y 58 suboficiales enfermeros con cara de combatientes.

El 27 de abril, zarpaste de Puerto Belgrano, Buque Hospital, con seis cruces y rumbo a otra misión con el objetivo de generar altas. La zona en la cual debías operar era un área enmarcada a la altura de Comodoro Rivadavia, destinando los primeros días a ejercicios de adiestramiento, corrección de roles y prácticas ante distintas eventualidades. La madrugada del 3 de mayo recibiste la penosa noticia del hundimiento del Crucero ARA General Belgrano, por lo que de inmediato tuviste que poner proa al área indicada, para desplegar tus herramientas y prestar auxilio a nuestros hermanos.

Consecuencia de un temporal y por la distancia al punto del hundimiento, la travesía se hizo dura, llegando a la zona ordenada, el 4 de mayo. Con las primeras luces del día tocaste el primer zafarrancho y los aviones que sobrevolaban el sector te iban marcando las posiciones de las balsas y, gracias a tu propulsor proel, podías maniobrar fácilmente en todas las aristas.

Aún ahora resulta difícil describir la emoción del encuentro de nuestros camaradas, sus rostros que denotaban las penurias y particularmente el frío soportado que calaron sus venas, se conjugaron en un abrazo y en un apretón de ser humano. A esto se sumó dos momentos con mis compañeros de promoción que impactaron para siempre, uno de tristeza cuando recuperamos el cuerpo de Gerardo Sevilla que navegaba sobre el techo de la balsa con los brazos abiertos significando que hasta el último momento dio batalla al frío reinante y el otro de alegría, cuando en un grupo que trepaba el chinguillo de la banda de babor recibí al Georgio Franzoni, todo emocionado y gritándome ¡viva la patria! Nos abrazamos y lloramos por todo lo ocurrido. Navegaste cinco días más en la búsqueda esperanzada, marcando un círculo en tu derrotero hasta llegar cerca de las Islas Sándwich del Sur. La operación implicó el rescate de 71 compatriotas y 18 cuerpos entregados a la vida eterna, se agrega cuadro.

El 12 de mayo arribaste a Ushuaia y en una emocionada ceremonia desembarcaste a los camaradas, que luego serían retornados a Puerto Belgrano. Tu primera tarea como buque hospital había finalizado y para dar cumplimiento a las normas fijadas en la Convención de Ginebra, tu silueta fue pintada íntegramente de blanco conjuntamente con los dos helicópteros, Alouette y Puma, en esa zona austral.

El 29 de mayo fuiste alistado y destinado a la zona de la Isla de los Estados, continuando luego con rumbo a las Islas de los Leones Marinos para control del área y cumplir con la tarea de producir “altas” en el conflicto enmarcado. El primer cruce estuvo lleno de incertidumbre por la presencia del adversario en la zona. El clima en la dotación mientras se realizaba la travesía era muy particular, los rostros reflejaban una natural preocupación acerca de alguna eventualidad, el cuándo y la forma eran incógnitas a develar. Como contrapartida existía el convencimiento de estar capacitados para enfrentar cualquier situación emergente. Eso sí, en la intimidad se percibía que vivían la noche más larga de su historia.

La luz del alba te avisaba que habías llegado al punto coordinado, vale decir a la Gran Malvinas. Fue grande la emoción de poder contemplar nuestras islas en medio de una bruma gris desplegada en el horizonte. Navegaste todo el día al sur de esa parte del archipiélago y de pronto te encontraste con dos helicópteros Sea Lynx que sobrevolaban desafiando tu imponente silueta y el pabellón celeste y blanco.

El contacto inicial fue: “detenga su marcha, primera inspección”.  Luego anavizó un Helo y descendieron un pelotón de ocho británicos fuertemente armados, mientras la otra aeronave volaba circundando tu estampa. La inspección fue total a toda la unidad, de proa a popa, la única novedad que le llamo la atención a los marines fue la cantidad de víveres en existencia en una de las bodegas. Rápidamente el Segundo Comandante les explico que en virtud de su rol de antártico siempre esta Unidad debía embarcar víveres para seis meses en caso de invernada, creo que esa respuesta justifico la observación de los ingleses.

El 1° de junio entraste a Puerto Argentino. Era un día soleado a lo que se agregó la calidez de la recepción de nuestros compatriotas, al tiempo que el fuego antiaéreo propio hacía blanco en un Sea Harrier, para agregar un motivo más para la bienvenida. Toda la dotación del Bahía Paraíso, estaba sorprendida y pensamos que bienvenida nos dieron nuestros combatientes en Puerto Argentino. Realmente fue como una foto para la historia o una acción de una película de guerra.

El humo permanente producto del combate y tu silueta blanca enarbolando nuestra insignia sobre la bahía constituía una magnífica postal de la situación que se vivía. Todos los combatientes argentinos, incluyendo los emplazados en las trincheras agitaban sus manos saludando tu presencia.

La permanencia para poder evacuar heridos estaba acotada a un determinado número de horas, siendo aprovechado simultáneamente para desplegar tus brazos, extraer y colocar la preciada carga a las pequeñas unidades que se amadrinaron en las bandas. Fueron cinco horas sin respiro para ejecutar la tarea citada, mientras proseguía el estruendo de los cañones y de los bombardeos.

Los ingleses habían constituido un grupo especial de buques hospitales, el Uganda, de mayor capacidad, y tres naves más chicas, Hecla, Herald e Hidra cumplían funciones de buques-ambulancias. Estas unidades eran de menor porte y estaban previstas para evacuar heridos al puerto de Montevideo en primera instancia y posterior traslado al Reino Unido.

Allí iniciaste el primer intercambio de heridos, visitas de cámara, anavizajes y provisión de medicamentos. Ante la sorpresa de no encontrarte con unidades de guerra hasta ese momento y siguiendo las instrucciones de los ingleses, enfilaste al principio al Canal de las Águilas y finalmente entraste al Estrecho de San Carlos.

La navegación en ese tramo te condujo al centro de la bahía donde tenía su asiento el establecimiento San Carlos. Durante esa navegación pudiste divisar la Fragata HMS Ardent que presentaba serias averías, pudiendo ver también al Camberra y al Queen Elizabeth, que habían terminado la descarga en San Carlos. Agotado el tiempo, zarpaste rumbo al continente, evacuando a todos los heridos del hospital de tierra como así también a los tripulantes del buque mercante ELMA Rio Carcarañá y del transporte ARA Bahía Buen Suceso, que se encontraban con serias averías y encallados.

Sin concederte un descanso arribaste a Punta Quilla y teniendo en cuenta que había de esperar la marea favorable, iniciaste la evacuación de los heridos utilizando helicópteros que debieron cumplir varios vuelos nocturnos. Finalizada esta tarea te dirigiste para tomar amarras en el puerto de Santa Cruz, allí urgido por el tiempo comenzaste de inmediato a embarcar contenedores, pertrechos y distintos materiales. También se completó la carga con una ambulancia y tambores de aeronafta, ¡que locura la tuya!

El 10 de junio efectuaste tu segunda entrada a Puerto Argentino y de inmediato se armó el rol de sanidad en combate dirigido a recuperar los heridos y al mismo tiempo fue activado el rol de abastecimientos, para permitir la descarga de los aprovisionamientos, en especial víveres.

La permanencia esta vez se extendió por dos días durante los cuales los combates adquirían mayor intensidad y las noches eran iluminadas por bengalas. Tus cubiertas eran transitadas por los veedores de la Cruz Roja embarcados y mientras tu ancla era levada, la dotación del buque percibía la sensación que no todo estaba saliendo bien. El contendiente estaba cada vez más cerca de la ciudadela, con oleadas de la aviación enemiga descargando sus bombas sobre las posiciones argentinas, todo lo que hacía prever un desenlace no favorable para nuestros intereses. Con rumbo sureste saliste comprobando que en la Bahía Agradable, se encontraba el buque de transporte de tropas inglés Sir Galahad muy averiado y abandonado cuando intentaba un desembarco con resultado negativo.

El 14 de junio, llegaste a Punta Quilla y mientras en las Islas se establecía un cese de fuego con una posterior rendición de nuestros efectivos, fecha histórica pero dolorosa, tu dotación golpeada por la noticia, te alistó nuevamente recordando que la misión era “recuperar y producir altas”. Nuevamente enfilaste hacia las Malvinas y en el trayecto tuviste que soportar una inspección que efectuó el HMS Plymouth. Al dejar la Bahía Anunciación y para sorpresa de todos te encontraste con el núcleo de la flota inglesa, contando por lo menos 45 unidades, 15 de combate y 30 de apoyo logístico. El cielo estaba cubierto de aves negras, que en forma permanente operaban con los chinguillos repletos de pertrechos y te sobrevolaban en formación con banderas inglesas.

El 17 de junio por tercera vez fondeaste en Puerto Argentino. La desolación y el movimiento de embarcaciones y aeronaves, conjuntamente con el humo que surgía de la isla, eran los testigos mudos de los hechos ocurridos. De inmediato comenzaste la tarea de recuperación de nuestros compatriotas que habían sido capturados, esto ocurría a medida que iban siendo liberados, hasta llegar a un total de 1.800 hombres. Haciendo abstracción de la mueca de frustración que denotaban sus rostros y de los golpes y heridas sufridas por muchos de ellos, a todos acogiste con afecto, brindándoles un baño reparador, nuevo vestuario y platos de comida calientes.

Luego hiciste el cruce rumbo a Punta Quilla, totalizando 2.100 almas a bordo. La travesía estuvo llena de realidades y emociones, los servicios debieron funcionar en forma ininterrumpida durante 24 horas para satisfacer las demandas de tanta cantidad de compatriotas.

Todo el personal del buque afectado a los servicios de vestuario, rancho, panadería, cámaras y camaretas soportó con entusiasmo las obligaciones propias de cada puesto de trabajo, pues se sentían obligados a extender su mano a los compatriotas que habían participado activamente en el conflicto y que trataban de recuperar su identidad y sentirse que estaban bajo techo argentino.

El 20 de junio, que se presentó como ventoso y frío amarraste con algunas limitaciones en el puerto de Santa Cruz, posibilitando el desembarco de nuestros camaradas del Ejército. Finalizada esta parte nuevamente te dirigiste a las Malvinas en el que sería el cuarto viaje, encontrando un activo movimiento de las fuerzas del Reino Unido, las que continuaban con las operaciones de carga y descarga de pertrechos.

Para regocijo de nuestra parte la mayoría del personal argentino a repatriar eran camaradas de nuestra propia fuerza, así que ni bien fueron embarcados el destino prefijado fue Puerto Belgrano. Sentimos entonces el orgullo de compartir el viaje con nuestro glorioso Batallón de Infantería de Marina N° 5, como así también algunos integrantes del destacado Regimiento 25. El tiempo que duró la navegación se hizo más corto en función de las múltiples anécdotas y experiencias de todos los actores de la gesta.

El 24 de junio, cuando el sol ya caía en el horizonte, entraste a Puerto Belgrano y con emoción desembarcaste a los bravos infantes. Ya en la Base, comenzaste el proceso inverso al del alistamiento. En primer término despediste con sentimiento a todo el personal que integró la sanidad en combate. Ellos aprendieron a quererte, pusieron todos sus conocimientos y experiencia para salvar las vidas de los heridos y fundamentalmente se integraron al espíritu de buque.

Como culminación de todas esas vivencias el 27 de junio de 1982 ingresaste a tu asiento natural “Buenos Aires”. Nos aguardó una cálida recepción brindada por los familiares y amigos que esperaban ansiosos el regreso de la dotación.

¡Transporte Polar ARA Bahía Paraíso, tarea cumplida! No exagero si lo califico como coloso de los mares. No existe unidad naval argentina que en su primer año de vida haya sido receptora de tantas emociones. En resumen, operaste durante seis meses continuados, a los cien días de tu nacimiento abriste tu diario de guerra, navegaste 25.000 millas y como enseñanza de tu misión humanitaria en las guerras contemporáneas aportaste, a la Cruz Roja Internacional, dos adendas:

-Una, sobre la identificación electrónica/sónica subácua para navegar en forma independiente sin restricciones del enemigo
-Otra, sobre las áreas de encuentro de Buques Hospitales.

Ambas fueron debatidas y posteriormente aprobadas por los países que integran la Convención de Ginebra.

Extrañamos tu presencia en la Flota de Mar. Desde el 29 de enero de 1989 descansas en el fondo del cementerio blanco, pero tu espíritu permanece como un desafío, como queriendo expresar que aún estás vivo, tu silueta se divisa a lo lejos mecida por las olas de nuestros mares australes.

Con esta historia, simple pero sentida, tu Primera Dotación, el Grupo Playa, el Grupo Alfa, la Sanidad en Combate, el Grupo Aeronaval Embarcado, integrado por Unidades de la Aviación Naval y del Ejército Argentino, te recuerda cariñosamente, agradecidos por las vivencias compartidas, con espíritu sereno y lleno de emociones al evocar “Cuanto habíamos hecho” y cuan relevante fue tu protagonismo que permanecerá en forma imperecedera en las heroicas páginas de nuestra historia naval: ¡Bravo 1 presente!

Publicación tomada de la pagina oficial del Museo Malvinas


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