“En la escuela me aburría. Hasta que un día pasó algo que cambió –contó el catalán Pepe Menéndez, en el marco de la charla TED Educar es conectar–. Eran los últimos años de la dictadura del General Franco, y en España se respiraba ya un aire de libertad. En Chile, en cambio, los militares habían terminado de manera sangrienta con la etapa y con la vida de Salvador Allende. Yo estudiaba en una escuela de jesuitas en Barcelona, donde un profesor hizo cierta vez algo diferente: entró en clase y en lugar de decir ‘abran el libro por la página 25′ nos desafió con una pregunta: ‘¿Es posible alcanzar por la vía pacífica una alternativa al capitalismo? ¿Alguno de ustedes quiere explorar lo que está pasando en Chile en estos días?’ Y fue así como, de pronto, conecté con la escuela y con el mundo”.

El profesor de secundaria que hoy se dedica a asesorar a instituciones y gobiernos que desean impulsar en la educación procesos de transformación profunda, de visita en Buenos Aires y con nuevo libro bajo el brazo, Educar para la vida (Siglo XXI), profundizó en la anécdota: “Durante un tiempo dejamos a un lado los libros de texto y su información congelada, y nos dedicamos a leer diarios y hablar con chilenos que vivían en Barcelona, todo mientras estudiábamos Sociología, Historia y practicábamos la Lengua casi sin notarlo. A partir de esa experiencia me pregunto: ¿Será capaz la escuela de comprender que el conocimiento no está para guardarlo en el congelador de la memoria?”

–Desde que tengo memoria escucho que el nivel de educación de las generaciones anteriores era infinitamente superior. Y ahora, a veces, me encuentro a mí misma como madre reflexionando en ese sentido. ¿Es cierto que cayó el nivel de la enseñanza?

–Ese debate sucede también en España. Y sigue un poco la línea de que “cualquier tiempo pasado fue mejor” en el que la educación termina filtrándose, aunque ni la escuela ni aquellos tiempos eran necesariamente mejores. Si uno, por ejemplo, toma un libro de texto, verá que el estilo transita de una apariencia enciclopédica a otra en la que aparecen más ilustraciones o infografías: esa es una evolución que también han hecho los periódicos. Y esas ilustraciones e infografías también son información sobre la que podemos conversar. Creo que se ha ampliado la mirada sobre el conocimiento y las currículas. Y que tenemos un poco idealizado el perfil del alumno de antaño. En mi época no escribía más de lo que hoy algunos escriben. Otra cosa era copiar.

–En las aulas argentinas, hoy sigue invirtiéndose tantísimas horas en copiar del pizarrón.

–Y eso, ya lo sabemos, no es una buena forma de aprender. También sabemos que el aprendizaje se vincula con el estímulo: como dice David Bueno: si yo vinculo el aprendizaje a una mala experiencia, cada vez que me pidan que ponga en activo aquello que aprendí me va a venir el bloqueo, el miedo, la inseguridad o el aburrimiento. Por eso, al crear un contexto de aprendizaje, debemos procurar que sea amable. Y con “amable” no me refiero a superficial, happy flower o que cada quien haga lo que quiera, sino en que tú estés tranquila y tu atención se focalice en aprender y no en mi autoridad, o en la sensación de que yo estoy mirándote y tú vas a fallar.

–Ahora, quizás, se haya aflojado un poco ese lugar de autoridad tan extremo del docente, lo que puede ser positivo. ¿Coincide?

–Totalmente. Antes la escuela estaba situada sobre el poder. Pero no era tanto autoridad, sino más bien miedo. Siguiendo el hilo de tu pregunta inicial: ya los griegos pensaban que las generaciones siguientes sabían menos que ellos. Y el propio Sócrates opinaba que la escritura, al no ayudar a desarrollar la memoria, atentaba contra el conocimiento. Tradicionalmente la educación consistió básicamente en leer, escribir y memorizar. Hoy nos movemos en una complejidad mayor. Me parece que las competencias que echamos en falta en nuestros hijos tienen mucho más que ver con la necesidad de cambiar el modelo educativo imperante, que en un 85 por ciento es aún el tradicional.

Pepe Menéndez advierte también que “en las sociedades que mejoran el bienestar, normalmente la madurez se retrasa”.

–¿Cómo sería esto?

–Sucede porque las personas no tienen que luchar por su supervivencia. Si tú miras un niño de un barrio carenciado, a los diez años es casi un adulto. Y eso es perder la infancia. Pero un niño de clase alta no necesita luchar por nada. En el fondo, los humanos hacemos algo que es economizar la energía.

–Y trasladando ese mismo concepto a la enseñanza en el aula, ¿el aprendizaje no debería también costar un poco, demandar concentración, ejercicios mentales, memoria?

–Claro, pero todo eso no puede conseguirse a través del método tradicional: yo hablo, tú me escuchas y solo memorizas.

–Es lo que en su charla TED denominó como “aprendizaje bulímico”.

–Eso: una gran digestión de datos que se vomitan en una prueba escrita y no dejan provecho calórico alguno. Distinto es intentar conectar: buscar algo que interpele a los alumnos. Melina Furman diría: empezar por las preguntas. Provocar algo para que piensen, reflexionen y se hagan preguntas en vez de seguir invirtiendo tiempo docente en hablar y hablar.

–¿Se le ocurre alguna forma práctica de lograrlo?

–Antes pensábamos: en clase me escuchas, y luego investigas en casa. Pero si estás en casa, ¿quién resuelve tus preguntas? Porque es cuando se está investigando que surgen los cuestionamientos. No todos los padres y madres pueden acompañar de la misma forma, y ahí saltan también las diferencias sociales. Invirtamos eso: hagamos los ejercicios en clase, y yo docente te ayudo.

–¿Cuál sería el corazón de la transformación educativa que propone?

–Una parte tiene que ver con volver el aula un lugar más horizontal. El estudiante tiene que entender que el profesor le quiere ayudar. Creo que ser docente en una escuela que pretenda transformar el aprendizaje es mucho más difícil. Pero no por la dificultad para impartir disciplina, sino porque se requieren más competencias: paciencia, trabajo en equipo, poder crear rutinas de pensamiento, reflexionar sobre las dinámicas de aprendizaje y adaptarlas a la situación de los estudiantes, intentar globalizar con otras áreas y con otros docentes, seleccionar de forma coherente qué se va a priorizar dentro de la currícula…

–Infinitamente más complicado que tomar un libro y dictar.

–Claro. Y por eso son tan útiles las experiencias de co-docencia.

–Co-docencia, ¿de qué se trata?

–La co-docencia puede tomar varias formas. Cuando era directivo de la Red de Colegios Jesuitas de Cataluña, lo que a veces hacíamos era juntar dos aulas de la secundaria y tres docentes. No siempre, pero sí para algunas actividades.

Pepe Menéndez asegura en su libro que una escuela capaz de generar aprendizajes para la construcción de personas más libres

–¿Cómo deberían ser las evaluaciones?

–La propuesta de transformación de las escuelas debería hacerse de una forma rigurosa. Y a ella debería estar también vinculada la forma en la que se hacen las evaluaciones. No solo de la forma en que se hacen las pruebas externas que, por ejemplo, miden la competencia en matemática. Si me he propuesto que los alumnos trabajen en equipo, entonces debería poder evaluar la capacidad que tienen de dialogar, respetar, organizarse, distribuirse los roles. Si solo pongo un examen de memoria, apenas sabré lo que fueron capaces de memorizar para ese día.

–Seguro aparecerá esa voz que diga: ¡memorizar es importante!

–Y lo es. Pero también lo es poder llevar a cabo una evaluación poliédrica. Puedo necesitar que un estudiante memorice los verbos en inglés, incluso un poema. Pero ¿qué sentido tiene que dedique tiempo a saberse los ríos de América Latina si no comprende la importancia del Amazonas en la naturaleza, o por qué los pueblos van construyéndose alrededor del agua? Tenemos qué elegir qué queremos: ¿aprendizajes profundos que den sentido y ayuden a entender la realidad, o contenidos para responder en un concurso de televisión?

–¿Quién tiene el poder? ¿Cómo se puede hacer para conectar con los intereses de los chicos y chicas, para estar atentos a las inquietudes de su generación?

–Una de las competencias que necesita un docente es la de tener los ojos bien abiertos. Pero hay algo más: cuando yo comienzo con una pregunta, no voy a controlar las respuestas que recibo. Incluso, tal vez, tenga que interiorizarme sobre algo que no conozco. Y luego conducir esas inquietudes hacia los aprendizajes que quiero. Empezar con esas interpelaciones puede ser una buena vía para conectar. Y aprovechar el aprendizaje entre iguales, y el deseo de aprender. Melina Furman habla de “la chispa y el andamiaje”. La chispa es la pregunta interpeladora, que es una excusa para el andamiaje sobre el que ellos mismos pueden luego construir un conocimiento estructurado y vinculado. Pero antes siempre necesito la chispa.

–Tengo la impresión de que la voz de los chicos y chicas importa muy poco… incluso en las propias escuelas.

–El futbolista estrella en los años 70 Johan Cruyff tenía una frase famosa: “si tenemos la pelota nosotros, ellos no nos pueden marcar un gol”. Si soy docente y tengo la palabra, nadie más va a hablar. Si quiero que se hagan preguntas y tengan voz, eso tiene que ser una gimnasia y un proceso permanente.

–¿Qué resistencia encuentra a estas transformaciones?

–La resistencia mayor son las creencias y los marcos mentales. Si yo estoy convencido de que los estudiantes solo aprenden cuando yo hablo, entonces los únicos cambios imaginables en la educación van a tener que ver con sumar una pizarra digital y una computadora. Si los adultos ocupamos todo el espacio, ¿qué lugar queda para ellos, para que puedan crecer? Yo sé que es difícil. Pero al menos desde mi punto de vista, docentes y padres tenemos que atrevernos a transitar momentos tensos.

–¿Y abrazar tal vez un poquito la rebeldía?

–La rebeldía forma parte de la supervivencia humana, sin ella jamás hubiéramos avanzado. Pero si uno tiene un sistema muy industrial necesita cortar la rebeldía de raíz, porque requiere estar produciendo las 24 horas.

–En Argentina se llevó adelante una importante y transversal marcha en defensa de la educación pública, en principio en contra del desfinanciamiento de las universidades, pero también en respuesta a acusaciones como la de “adoctrinar”. ¿Le despierta este hecho alguna reflexión?

–Siempre he trabajado en la educación privada. Pero a la vez he defendido la educación pública como uno de los pilares de un país. No conozco ningún país desarrollado y con altos niveles de bienestar que no tenga instituciones educativas públicas potentes. Puede ser que haya temas de gasto para discutir, pero antes demuéstrame que quieres apostar por la universidad pública. Y por otra parte: la de “adoctrinar” es una acusación muy fácil. En España la derecha siempre se ha opuesto a una asignatura que se llama “Educación para la ciudadanía”, porque tiene que ver con temas como los derechos humanos y con asuntos controvertidos, como el del aborto. Pero si no vas a sustituirla por nada, ¿cuáles son los valores sociales que nos unen que quieres defender? Siempre digo que los derechos humanos deberían ser el marco sobre el que construir ciudadanía. Pero los derechos humanos reconocen, por ejemplo, la diversidad sexual. Y si no reconoces eso, o más aún, si ni siquiera quieres que aparezca el término… entonces, tal vez, el que adoctrina eres tú.

Por fmluzucom