Tradicionalmente, la Argentina orientó la explotación del ganado ovino hacia la obtención de lana, fundamentalmente en la Patagonia, especialmente en las provincias de Chubut y Santa Cruz donde se concentra más del 40% del stock. Sin embargo, la importancia de esta actividad no se limita a esa región. Otras provincias, como Corrientes, que ocupa el cuarto lugar en cantidad de rodeo.

En esa provincia, la mayor parte de la producción se encuentra en el sur del territorio y, en este contexto, un grupo de productores correntinos ha buscado impulsar esta actividad durante más de una década, pero en lugar de centrarse en la lana se están orientando hacia su carne. Así lo explicó Daniel Romero, productor ovino de San Lorenzo y referente de la Mesa Ovina Nacional quien, junto a otros 50 productores en un radio de unos 200 kilómetros alrededor de ese lugar, desde hace aproximadamente siete años han estado trabajando en esta región “no tradicional ovina” en la introducción de razas que no producen lana, como la Santa Inés y la Dorper.

Una madre cruza Hampshire Down por Dorper y padre Dorper puro

Romero destacó que la lana producida en esa región no alcanza la misma calidad que la del sur o la de Buenos Aires, debido al clima y a las características del terreno y a la dificultad de adaptación de las razas tradicionales. “Nuestra lana ha tenido precios muy bajos durante varios años, lo que no resulta atractivo para los productores. Muchas veces, los ingresos no alcanzan para cubrir siquiera los costos de la esquila”, aseguró.

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Por esa razón, fueron incorporando a sus rodeos estas razas porque no solo que no tienen lana, sino que “se adaptan a los climas extremos y aprovechan mejor los pastos rústicos y producen una carne más magra”. En rigor, lo que hicieron es direccionar sus producciones para la producción cárnica.

Además, en forma paralela, relató que lo que buscan es lograr una sinergia entre los productores para lograr escala y volumen en la producción de esta proteína y poder comercializar de una manera más formal. “El mercado de la carne ovina está presente y tiene muy buenas oportunidades, pero tiene muchas dificultades”, indicó.

Un campo con ovinos en San Luis del Palmar

En ese sentido, mencionó la importancia de que los gobiernos promuevan el consumo de carne ovina como política de Estado. “Tenemos la costumbre de consumir cordero en días festivos, pero no vemos la carne ovina en las góndolas como ocurre con otras carnes”, dijo. El consumo per cápita de carne ovina en el país no supera el kilo por habitante. “Necesitamos una política de apoyo y promoción, como la que se implementó con el cerdo, que ha mejorado su presencia en el mercado”, añadió.

Otro problema es la falta de unificación en los criterios de precios. “No existe una regulación que establezca un precio estándar para todos. Esto crea una disparidad en el mercado, complicando aún más la situación para muchos productores que no pueden competir con estas variaciones de precios”, comentó.

Respecto a la situación de los productores, indicó que en estos últimos tres meses producen al límite de estar perdiendo dinero. “Venimos de una sequía terrible del año pasado que no teníamos pasto y, desde el comienzo de este año, empezó a llover. Nos llovió todo enero, febrero y marzo. Quedamos con toda el agua y un pasto que no era el óptimo producto de las inundaciones. Entonces, en el verano no solo no teníamos pasto, sino que no pudimos hacer reservas. Veníamos de una situación delicada y volvimos a ingresar a un otoño en malas condiciones; obviamente se resiente todo el sistema productivo de las majadas”, precisó.

Una cruza Dorper

Esta situación obligó a muchos productores a realizar ventas forzadas a precios más bajos para poder amortiguar los gastos de alimentación. “Comprar balanceado o grano es muy caro, y los fletes también están por las nubes. Además, en invierno, los pastos no tienen el mismo valor nutritivo que en verano, lo que agrava la situación. Los productores no pueden vender los corderos porque están muy flacos y necesitan más tiempo en el campo para engordar, lo que genera costos adicionales”, agregó.

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Explicó que un fardo de alfalfa, que no supera los 20 kilos, cuesta entre 3500 y 4000 pesos y solo permite alimentar a unas 40 ovejas por día. A esto se suma la necesidad de suplementar con alimento balanceado, cuyo costo supera los 350 pesos por kilo. Esta combinación de factores hace que la producción sea insostenible para muchos, afirmó.


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