Cuando todo indicaba que la salida de Nicolás Posse de la Jefatura de Gabinete y el desembarco de Guillermo Francos -acaso el dirigente más dialoguista del oficialismo- iba a tender a descomprimir la situación, las versiones de cambios en el Gobierno no se detienen y empantanan una gestión que esta semana recibió dos duros reveses políticos como fue el fallo adverso de la Cámara Federal por la distribución de los alimentos y la media sanción por la reforma de la movilidad jubilatoria que acordaron el kirchnerismo y una parte importante de lo que fue Juntos por el Cambio.

La anomia es tal que ni la palabra del presidente Javier Milei pudo ordenar la interna, que ahora se refleja en los rumores de una posible salida de Mario Russo del Ministerio de Salud. «Lo están desgastando para que se vaya», sintetizó una fuente inobjetable del Gobierno que conoce en detalle lo que ocurre en la cartera.

El tema escaló tanto en las últimas 72 horas que este jueves Russo pasó por Casa Rosada dos veces: por la mañana, se reunió con Francos, quien lo respaldó y le explicó que en esta etapa los ministros van a tener más poder de decisión, como planteó Milei; y, por la tarde, se vio con el asesor todoterreno Santiago Caputo, quien dejó saber a través de su entorno que «de ninguna manera» el Gobierno analiza cambios en el área. «Nada más lejos que eso», explicaron cerca del principal estratega del Gobierno, que este jueves propició la salida del secretario de Ciencia y Tecnología, Alejandro Cosentino.

Es curioso porque, con el raid mediático que realizó esta semana, Milei se había propuesto frenar las «operaciones» que surgen «desde todos lados», incluido el propio oficialismo. No fue casual que desde el domingo que volvió de El Salvador, el mandatario saliera hasta dos veces por día a respaldar a su mejor amiga y ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, y que incluso durante su viaje por la Costa Oeste de Estados Unidos se encargara de aclarar que no habría más cambios en su Gabinete, y ratificara al ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, y al secretario de Legal y Técnica, Javier Herrera Bravo, cuando en Casa Rosada había voces que ponían en duda a ambos funcionarios.

El caso de Russo es especial y, al mismo tiempo, extraño, porque fue ratificado a rajatabla en el peor momento, durante la crisis por el dengue, y luego había logrado encarrilar su gestión y desactivar los cuestionamientos. Pero semanas atrás empezaron a reavivarse las versiones cuando dispuso las salidas de su jefa de Gabinete, Silvia Prieri, y del secretario de Acceso a la Salud, Andrés Scarsi. Fue una decisión suya, comunicó su entorno. Sin embargo, voces que conocen bien el entramado interno de Salud sostienen que se los impusieron desde la Casa Rosada.

Algunos señalan que fue «la última intervención» de Posse, quien en el área tuvo como asesor ad hoc al influyente Mario Lugones, secretario de la Federación Argentina de Prestadores de Salud y titular del Sanatorio Güemes. Sobre el vínculo entre Russo y Lugones hay quienes dicen que, a pesar de haber llegado de su mano, el ministro y el padre de Rodrigo, el consultor que fue socio de Caputo, hoy tendrían visiones distintas.

Justamente, otros apuntan que los cambios se dieron a pedido de Caputo, amigo de la flamante secretaria de Coordinación Administrativa, Cecilia Loccisano, ex funcionaria durante la gestión de Mauricio Macri, quien desde su desembarcó en lugar de Gustavo Panera, a principios de mayo, revolucionó el ministerio.

Loccisano fue convocada para agilizar el área administrativa porque, según lo que señalan en Salud, la falta de experiencia de Panera en el Estado había complicado la gestión. Ex esposa de quien fuera ministro de Trabajo macrista, Jorge Triaca, y con vínculos con el líder del gremio de los gastronómicos, Luis Barrionuevo, la funcionaria rápidamente se hizo fuerte, apuntalada por un respaldo político indispensable: según fuentes de la cartera, se jacta de ser la voz de Caputo en Salud, lo que desató una rebelión interna contra Russo.

Aunque desde el entorno de Russo niegan enfáticamente cualquier ruido entre ambos y aseguran que el trabajo «es perfecto», fuentes del Ministerio de Salud dan cuenta de un enfrentamiento que se habría originado en los reparos y el cuidado que tiene el ministro a la hora de poner su firma en temas relativos a la gestión y que resultan de especial interés en algunos sectores. Hay quienes creen que la continuidad de Russo está sujeta a la de Loccisano. «Si no se va Cecilia, a Mario se le va a complicar», razona una fuente que sigue de cerca esa relación.

«No hay ningún ruido, el ministro está trabajando alineado con la Casa Rosada y no analiza irse», explicaron allegados a Russo.

En tanto, a última hora de la tarde de este jueves, en Balcarce 50 reforzaban este concepto: «Como dijo el Presidente, se terminaron los cambios«, sostenían. Pero el ruido se mantiene.


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