El gobernador de la Regin Metropolitana de Santiago de Chile el independiente Claudio Orrego Foto Eliana Obregn
El gobernador de la Región Metropolitana de Santiago de Chile, el independiente Claudio Orrego. Foto: Eliana Obregón

El gobernador de la Región Metropolitana de Santiago de Chile, el independiente Claudio Orrego, afirmó que «no se puede descartar» el uso del estado de excepción en la capital chilena e instó al Gobierno de Gabriel Boric a tenerlo como «una herramienta posible» ante la ola de violencia que golpea al país.

«No es mi prioridad, pero no se puede descartar porque si llegan a matar más carabineros -hubo tres policías asesinados en menos de un mes-, probablemente van a tener que recurrir a él», dijo Orrego, de 56 años, en una entrevista con Télam en el marco de su visita a Buenos Aires, donde participa de la 47ª edición de la Feria Internacional del Libro en la que Santiago es la ciudad invitada.

El dirigente de centroizquierda se mostró crítico con la respuesta inicial que dio el Ejecutivo chileno ante «la peor crisis de seguridad de nuestra historia», pero celebró el cambio de rumbo tomado en los últimos meses, principalmente desde la asunción de la ministra Carolina Tohá al frente de la cartera de Interior, quien lanzó un plan de acción para prevención y persecución de delitos.

Consultado sobre el nuevo proceso constituyente, Orrego manifestó su deseo de que en esta oportunidad el país logre tener una nueva Carta Magna redactada en democracia, si bien admitió el desinterés ciudadano al respecto.

– Télam: ¿Cómo ve la ola de inseguridad que enfrenta el país?

– Claudio Orrego: Desde el punto de vista comparado, lo que para nosotros es la peor crisis de seguridad de nuestra historia, sería algo menor para algunos de nuestros países hermanos latinoamericanos. Pasamos de 3,2 a 4,5 homicidios cada 100.000 habitantes, algo inédito, porque hubo una gran proliferación del uso de armas de fuego. No son delitos como los que conocíamos antaño, con arma blanca. Luego, hay muchos homicidios de distinto tipo, pero muchos de ellos con imputado desconocido. No son en el marco de una riña o un caso intradoméstico, son claramente ajustes de cuentas entre bandas rivales. Y después, está el crimen organizado, no solamente narcotráfico. El hilo común es una sensación de inseguridad.

– ¿A qué se debe?

– Creo que se produjo una tormenta perfecta: a fenómenos que venían en desarrollo, se les agregó el estallido social, que generó una crisis profunda de la policía y también un poco del orden de la ciudad como un todo, en el caso de Santiago. Segundo, una migración descontrolada. El tema no son el 98% de los migrantes que viene a trabajar, es el 2% de delincuentes internacionales que se cuelan en este proceso y generan un nivel de violencia inédito. Y tercero, fenómenos que se fueron agravando con el tiempo y no tomamos las medidas estructurales.

– Boric hizo un llamado a la unidad para enfrentar este problema. ¿Cree que está brindando las respuestas adecuadas?

– Es un gobierno que partió de lento y débil en su agenda de seguridad y que, gracias a Dios, cambió en el último tiempo. La incorporación de la ministra Tohá fue un cambio en la dirección correcta, aunque los últimos anuncios que se hicieron fueron agridulces. Hubo cosas muy positivas, como la focalización en las comunas con mayor índice de delito y en el tema del homicidio, pero también algunas debilidades, como en el caso de Santiago, que es una ciudad como un todo con 34 comunas que son muy difíciles de separar. Creo que el país está cansado de diagnósticos, la gente quiere acciones y que sean efectivas. Ese es el gran desafío del presidente Boric. Hoy hay apoyo de distintos sectores políticos y, paradójicamente, el sector que más cuestionó su agenda de seguridad no fue la oposición ni la centroizquierda, sino sectores de la coalición oficialista. Hay una tensión interna en un país que cambió radicalmente desde octubre del año 2019 hasta ahora: de un momento en que las únicas demandas eran igualdad y cambio constitucional, cuatro años después pasamos a que la principal demanda sea la seguridad.

¿No teme que la nueva ley que fortalece y protege el ejercicio de la función policial aumente los abusos y la impunidad, tal como alertó la ONU?

– Mi principal temor es la desprotección en que están nuestras policías. Están enfrentando con revólveres de 12 tiros a personas que tienen ametralladoras. Además, hay una sensación de desprotección de la policía que la llevó, en algunos casos, a no atreverse a ocupar su arma, inclusive en circunstancias en las que está plenamente justificado. Ahora, siempre existe la posibilidad del abuso y tiene que haber normas que lo regulen y sancionen. Pero lo importante hoy es que, ante un crimen organizado con gran poder de fuego, se tenga una policía que, bajo las reglas de la democracia, se atreva a ocupar el monopolio de la fuerza. De lo contrario, la gente va a tomar justicia por mano propia.

El dirigente de centroizquierda se mostr crtico con el Ejecutivo chileno Foto Eliana Obregn
El dirigente de centroizquierda se mostró crítico con el Ejecutivo chileno. Foto: Eliana Obregón

La región de Santiago es de las más afectadas por la inseguridad y, recientemente, varios partidos opositores instaron al gobierno a declarar el estado de excepción. ¿Lo considera necesario?

– Los primeros que llamaron a la posibilidad de un estado de excepción fueron alcaldes del gobierno, socialistas y de izquierda. La razón no es ideológica: no es que a uno le gusten más o menos las Fuerzas Armadas, es que la situación en algunas poblaciones es tan dramática como el de la población de La Victoria, un barrio del sur de Santiago, donde los hogares estuvieron cerrados cuatro días producto de más de mil balazos que se dispararon al aire en el funeral de un delincuente. De ahí viene la desesperación. Como autoridad, he planteado que no se puede descartar el uso del estado de excepción y el gobierno debe tenerlo como una herramienta posible. Tiene que ir preparando y estudiando cómo y cuándo y para qué se podría eventualmente instalar y, mientras tanto, hacer un despliegue de apoyo a las fuerzas policiales muy superior al que tuvimos hasta hoy. No es ideal que los militares intervengan en temas de orden público y seguridad ciudadana, pero si no tuviésemos el poder de fuego y de defensa o la inteligencia y la tecnología necesarios en un momento determinado en una comuna o en toda la ciudad, hay que hacerlo. Así se hizo en el sur y en el norte del país. No es mi prioridad, pero no se puede descartar porque si llegan a matar más carabineros -hubo tres policías asesinados en menos de un mes-, probablemente van a tener que recurrir a él.

– El 7 de mayo son las nuevas elecciones constituyentes. ¿Cuál es el clima de cara a estos comicios?

– El interés ha sido muy bajo, en contraste con lo que fue el proceso constituyente anterior. La frustración respecto al resultado de dicho proceso (…), sumado a un momento en el que la seguridad se comió toda la agenda, hicieron que el interés ciudadano sea muy bajo. Tampoco hubo una gran campaña de difusión. Creo que, pese a ser una votación obligatoria, la participación probablemente no será muy alta, lo que es lamentable porque esta es la segunda oportunidad y, quizás, la definitiva, para hacer un texto constitucional en democracia, al menos en los próximos 20 años. El país se cansa, así que hay que aprovecharlo. Hago un llamado a todos mis compatriotas a que participen. Creo que es un derecho, pero también un deber. Si bien hay una evaluación crítica del proceso anterior, llegó el momento de decir ‘hagámoslo bien’, con más diálogo, menos descalificación y menos show. Asumamos que Chile, como todos los países, requiere de un nuevo pacto constitucional para hacernos cargo de los temas del futuro, como los de género, medio ambiente, participación o estado social de derecho.

– ¿Qué opina sobre el hecho de que este proyecto sea redactado previamente por una Comisión Experta?

– El orden de los factores no altera el producto. Aquí hay una propuesta de un grupo de expertos, pero quienes son absolutamente soberanos para determinar cuál es el nuevo texto constitucional chileno son los convencionales que vamos a elegir. Ellos tienen la última palabra, que es la única que importa. Tener un documento base, creo que puede ser hasta conveniente, sobre todo si quienes lo redactaron representan parte de la diversidad política, social y filosófica que tiene la sociedad.

-¿Cree que Chile conseguirá dejar atrás la Constitución de Augusto Pinochet?

– Esta Constitución, si bien ya no es la de Pinochet porque ha tenido muchísimas reformas en el camino, sí tiene una matriz de una visión ideológica de la sociedad que no comparto y creo que la mayoría del país no comparte. Por algo, el plebiscito de entrada fue tan rotundamente a favor del apruebo. El famoso 82% del país que dijo que queremos una nueva Constitución. Espero y tengo fe de que esto va a ocurrir. No va a despertar las pasiones que probablemente despertó el texto anterior, entre otras cosas, porque va a ser más moderada y tener mayores niveles de acuerdo.

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