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Las victimas de violencia sexual padecida en la infancia y/o adolescencia cargan con el estigma que sus primeras experiencias de connotaciones sexuales fueron resultado del ataque pederasta y por ello en su edad adulta presentan secuelas a largo plazo que le dificultan la vida. A veces, el establecer relaciones de intimidad con otra persona genera conflictos internos, que se materializan como rechazo, pudor, miedo y hasta repulsión.

La desnudez aparece en muchos casos como problemática. El cuerpo se esconde o se protegen determinadas zonas que han quedado altamente traumatizadas por el ataque.

Del mismo modo, ciertas prácticas quedan fuera de la esfera del erotismo adulto de la víctima porque la lascivia pederasta se apropió de ellas. Muchas veces para siempre.

Algunas sienten culpabilidad, vergüenza y se autoreprochan por sentir que no fueron capaces de detener el abuso o por haber experimentando alguna forma de placer físico, tambien como manera de supervivencia psiquica a la agresión sexual.

Algunos sobrevivientes tienen recuerdos dolorosos o rememoraciones (flashbacks) al tener relaciones sexuales, aunque deseen o amen a la persona con quien se encuentran. Es muy frecuente que enfrenten una baja autoestima, que puede ser resultado de los mensajes amenazantes y degradantes recibidos por el o los agresores, y la suspicacia concomitante provocada por el quebrantamiento de la confianza y seguridad personal.

Asimismo, el haber sido invisibles para el resto de los adultos que deberían haberlos protegido provoca una alta inseguridad. Las demostraciones de cariño, como una caricia, un beso o un abrazo, pueden ser dificultosas para los y las sobrevivientes porque se ha alterado el normal desarrollo de la relación con el otro, la que hace lazo social.

El ataque se da en momentos fundantes del desarrollo psíquico y las agresiones son realizadas por criminales del entorno íntimo y cercano que deberían haber protegido y cuidado y en su lugar lastiman, lo que involucra, para la víctima un severo desmoronamiento emocional.

Hace pocos dias nos reunimos en Buenos Aires, sobrevivientes, activistas y profesionales especialistas en ASI (agresión sexual a las infancias) para explorar la posibilidad de crear una comision investigativa sobre violencia sexual que pueda producir conocimiento acerca de datos estadisticos, del numero real de victimas en Argentina, los tipos de agresores sexuales, la explotacion comercial, las formas de captación, los ámbitos donde se desarollan los crimenes y las secuelas a corto y largo plazo.

En el encuentro decidimos llevar adelante algo que veníamos gestando: un abrazo federal y al Congreso de la Nación para que se debata el proyecto de Ley Derecho al Tiempo, presentado el 21 de julio de 2022 ante la Cámara de Diputados.

Que sobrevivientes de abusos sexuales padecidos en la infancia y/o adolescencia nos abracemos y abracemos al Congreso. Significa que estamos intentando volver a confiar en el otro, en el Estado, en la ley, en la justicia y en que la sociedad nos acompañe en el reclamo.

Conversé hace unos días con Lucas Benvenutto a propósito del abrazo federal.

Lucas es sobreviviente desde niño de violencia sexual, primero intrafamiliar y luego, a los 11 años, cuando fue captado por el profesor de música Marcelo Rocca Clement con fines de explotación sexual para la red conocida como los «Boy Lovers», liderada por el psicólogo Jorge Corsi. También a los 12, Roberto Santy Lozano, un hombre de 37 años, lo tuvo secuestrado durante nueve meses en una librería que sigue atendiendo hasta hoy. Durante ese tiempo, lo agredió sexualmente y filmó material de explotación sexual, que luego comercializaba. Todos hechos probados, juzgados y condenados. Pero hoy todos los criminales están libres. Todos.

También este año, Lucas, con el reloj del tiempo de las víctimas, que no es igual al judicial, pudo denunciar a Juan Martín Rago, conocido artísticamente como Jey Mammón, en este caso a diferencia de los otros ni siquiera pudo aportar las pruebas porque con la celeridad de un rayo, tres meses después, la justicia le respondió que la causa prescribió para la acción penal.

Por ello Lucas se sumó y publicó inmediatamente en la redes y contó en la televisión este encuentro que no solo será frente al Congreso sino en diferentes puntos del país, con siembra de molinillos de viento, nuestro símbolo de lucha, pintada de murales y marchas, entre otras actividades. Todas acciones que buscan visibilizar la problemática del abuso sexual y ser memoria activa para las y los sobrevivientes.

Abrazarnos es para nosotras y nosotros un acto político contra la pederastia y contra la complicidad. Es una rectificación subjetiva de asunción de nuestro nuevo cuerpo politizado por las marcas del horror.

Sonia Almada, psicoanalista; magister en Violencias contra la Mujer y el Niño (Unesco); presidenta de Aralma, asociación civil que trabaja contra las violencias; y autora de «La niña del campanario», «La niña deshilachada» y «Me gusta como soy», entre otros trabajos.

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