Por: Edgardo Garcia Meza

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Miércoles 11 May 2022 A LAS 22 hs ENTREVISTA AL S/C 63 Oscar Walter Rubíes de la Bat. Tiro C del GA Aerot 4 Durante la Gesta de Malvinas
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La última pieza, orgullo del Ejército

“El soldado argentino se ha caracterizado, a lo largo de la historia, por su profesionalismo, su amor a la Patria, su predisposición para afrontar los máximos sacrificios y su espíritu de cuerpo. Eso es lo que yo vi en la guerra de Malvinas y es lo que todos podemos apreciar en estos tiempos”, comienza su relato el hoy general (retirado) Luis María Pucheta, quien peleó en Malvinas siendo subteniente del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, destino que compartió con Navarro.

A cargo de la Sección Comando y Servicios de la Batería de Tiro C, se instaló a dos kilómetros de Puerto Argentino, en dirección al monte Dos Hermanas. No tenían vehículos para movilizar los obuses OTO Melara, por lo que debieron permanecer en ese lugar hasta el final de la guerra. La posición elegida era muy buena y, además, llegaron a fortificar bien la zona. “Nosotros estábamos totalmente identificados, ellos tenían reconocimiento aéreo, radares y tecnología. Todas las noches, sufríamos el cañoneo naval y, una vez que se produjo el desembarco, se sumaron los ataques aéreos y de la artillería británica. Creo que la protección y la dispersión de los cañones fue lo que nos permitió tener apenas tres caídos”, confiesa.

¿Cómo eran los combates? Pucheta relata que la actividad de artillería es muy particular: “Estar recibiendo las voces de mando por teléfono o radio, preparar la munición, las espoletas, cargar, tirar en medio de la balacera. Es tan frenético que no sé por qué uno está más preocupado por lo que tiene que hacer que por lo que puede llegar a pasar”.

‘Estar recibiendo las voces de mando por teléfono o radio, preparar la munición, las espoletas, cargar, tirar en medio de la balacera. Es tan frenético que no sé por qué uno está más preocupado por lo que tiene que hacer que por lo que puede llegar a pasar’, reflexiona Pucheta.

Para Pucheta, la última noche fue la más fría e intensa: “A la voz de ‘Alerta, cañón’ los soldados corrían a sus puestos con una entereza que sorprendía. Se escuchaba cada tanto un ‘¡Viva la Patria!’ y otras expresiones que intentaban renovar el entusiasmo entre los compañeros, que, con las manos sangradas y heladas, seguían abriendo los cajones de munición para abastecer a tiempo a las piezas de artillería. Sabíamos que nuestro fuego estaba salvando muchas vidas propias en la primera línea”.

A medida que transcurrían las horas, los obuses se iban poniendo fuera de servicio por roturas y como consecuencia de superar sensiblemente la cadencia de tiro aconsejada para el material. Los artilleros del 4 seguían haciendo todo lo posible para cumplir con las órdenes: “Con las primeras luces del 14 de junio, solo quedaba en servicio un obús, operado y abastecido por un puñado de hombres, ya que el resto de las Baterías habían sido replegadas. Comenzamos a ver a las tropas británicas a nuestro frente y entablamos un intenso intercambio de fuego. Nosotros ejecutábamos tiro con puntería directa (viendo el blanco entre 700 y 1000 metros) con muchas limitaciones”. Resulta que la única pieza con la que contaban ya estaba totalmente enterrada y comenzaban a experimentar dificultades con los volantes en dirección y altura. “Cuando ya estábamos por agotar munición, nos sorprendió un proyectil atascado en el tubo del obús, que no pudimos sacar. Percibíamos que era el final. Minutos más tarde, el jefe de la Batería nos ordenó el repliegue en medio del fuego enemigo”, cuenta, sin saber que esa noche se convirtió en leyenda.

Pucheta se muestra orgulloso de los soldados que lo acompañaron. “La Batería C es una gran familia. Mis soldados son héroes”, dice y comparte una anécdota que retrata a la tropa: “Ya se había replegado casi todo el grupo. Vi que se acercaba, desde retaguardia, una persona en medio del fuego enemigo. Traía algo en la mano y, cada tanto, se tiraba cuerpo a tierra. Era el cabo cocinero Quiroga, no tenía nada que ver con nosotros, porque su batería ya se había replegado, pero sin que nadie se lo hubiera ordenado, calentó leche para nosotros. Se quedó y hasta pidió tirar un tiro. Cuando se trabó el proyectil, no dudó en ayudar. Incluso replegó con nosotros”.

Orgulloso de haber podido ser parte de este episodio, Pucheta finaliza: “Para nosotros, fue importante que hayan condecorado a mi jefe de unidad y a mi jefe de Batería, es el reconocimiento a los de la última pieza. Todavía hoy me emociono al recordar la conducta de aquellos hombres, que seguían firmes y decididos al lado de su obús dando muestras de extrema abnegación, compañerismo, lealtad a sus jefes y amor a la Patria. ¡He visto actos heroicos!”.


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