
La religiosidad es intrínseca al hombre y sólo a él pertenece este aspecto por poseer espíritu. Entre todas las criaturas de la naturaleza, somos los hombres quienes buscamos y sentimos ese deseo de trascendencia, esa necesidad de conocer más allá de lo que podemos ver y comprender. Desde los comienzos del mundo, el hombre ha buscado explicaciones a su existencia, y culturas muy diversas han llegado a la misma conclusión: hay uno o muchos dioses creadores. Los egipcios, hebreos, griegos, romanos, mayas, aztecas, españoles, franceses, ingleses, turcos, árabes y alemanes, son algunos de los pueblos que, sin excepción, han levantado templos enteros a diferentes dioses. Quizás, sin saberlo, todos honremos a un único Dios, alabado desde diferentes cultos.
A pesar de sufrir reducción de fieles, el catolicismo es la religión con mayor cantidad de feligreses en la Argentina. Según los resultados de la Segunda Encuesta Nacional de Creencias y Actitudes Religiosas del Conicet, realizado entre agosto y septiembre del año pasado, el 62,9% de la población es católica, un número menor que la última encuesta del mismo estudio realizado en 2008, con una pérdida porcentual de más del 13% de creyentes en los últimos 11 años.
La crisis, una oportunidad
“Todos somos ateos hasta que el avión se está cayendo y en la desesperación nos ponemos a rezar”, recita el viejo proverbio popular. Los tiempos de crisis siempre son una oportunidad para acercarnos o alejarnos de la fe, indistintamente de la creencia de cada uno. Es por ello que la pandemia puede representar la ocasión perfecta para poner en práctica la espiritualidad que todos llevamos dentro.
“A causa del coronavirus, se cerraron y despoblaron las iglesias, pero también se generó una nueva corriente de oración personal y familiar. Es cierto que hubieron crisis en los matrimonios, problemas entre padres e hijos, y otros inconvenientes propios de una convivencia 24/7, pero el lado positivo fue que esa misma convivencia trajo momentos de oración en familia. La iglesia doméstica es donde realmente se aprenden los valores y rituales que nos moldean para siempre. La oración que te enseñó tu abuela, tu madre o tu padre, son enseñanzas que te acompañarán toda la vida. La tentación más grande en este tiempo de crisis es la desesperanza y eso no es de cristiano, porque si hay algo que define al cristiano es la esperanza, junto a la fe y la caridad”, afirmó el Padre Guillermo Conti, sacerdote y actual capellán castrense.
Uno de los grandes filósofos del siglo XIX, Nietzsche, afirmaba: “Dios ha muerto”. Nada más alejado de la realidad pues la gente, cada vez más, busca la religiosidad para conectar con la espiritualidad. Si bien las tendencias predominantes de los medios de comunicación nos muestran una cultura que tiende al laicismo, esto no es del todo cierto.
Según el estudio publicado por el Center for the Study of Global Christianity de South Hamilton, en realidad la religiosidad en el mundo es creciente. La errónea percepción quizá provenga del cambio geográfico del foco religioso, el cual pasó de Europa a África, Asia y Latinoamérica. De acuerdo con este estudio, el 82% de la población global decía ser religiosa en 1970 y este año se calcula que ese número llegará aproximadamente al 90%. El crecimiento no es exclusivo de la religión cristiana, sino que también han crecido los musulmanes. Estos dos grupos representaban el 48% de la población en 1970 y actualmente constituyen el 57,2%. Los cristianos representan el 33,3% y los musulmanes un 23,9%. Se calcula que este año, cada 3 personas 1 será cristiana y 1 de cada 4 será musulmana.
“Cuando el hombre está en medio de la tormenta se acuerda de Dios, porque está impreso en la naturaleza humana, por más ateo que sea. Después, cuando llega a la orilla y se siente a salvo, se olvida de Dios y regresa la soberbia. En momentos difíciles, un poco por temor y otro poco porque es la tendencia innata del hombre, el ser humano puede descubrir a Dios en su interior. La pandemia junto a la angustia generada, no sólo es un fenómeno individual sino que se transforma en un fenómeno social, que nos lleva a conversar más con la familia y el vecino, y preguntarnos por Dios. Comienza así una reflexión comunitaria que deviene en diversos cambios. No importa encontrar culpables de la pandemia porque la última palabra la tiene Dios. Esta situación puede resultar siendo provechosa para el hombre, en el sentido de reconocer su vulnerabilidad”, aseguró Sheij Abdala Cerrilla, Licenciado en Ciencias Islámicas de la Universidad Al Mustafa de Qom, quien es religioso activo de la Mezquita At Tauhid de Buenos Aires.
Resignificar el sufrimiento
El hombre naturalmente huye del sufrimiento, es su instinto de supervivencia. Pero a diferencia de otros animales, el hombre es el único que posee voluntad para actuar en contra de su deseo. En su libro El hombre en busca de sentido, Viktor Franklcuenta que la supervivencia consistía en concebir el sufrimiento del campo de concentración como un reto a superar y encontrarle un sentido. Frankl plantea que el sufrimiento carece de sentido cuando no tiene un significado, pero si logramos descubrir detrás del sufrimiento un bien mayor, entonces resignifica nuestro modo de asumir los problemas.
“No todo en la vida tiene que salir bien. Si una situación se complica, también es Dios quien la envía y permite, por lo cual hay que confiar en que me dará las fuerzas necesarias para superarla. Cuando uno encara la vida con una mirada trascendente, básicamente con una visión de fe, sabe que tanto lo bueno como lo malo es para bien. Las bondades se buscan por sí solas y son bienvenidas; sin embargo, las complicaciones pueden dejarme empantanado para siempre si no las capitalizo ni entiendo que también vienen de Dios y por algo están sucediendo”, aseveró el Padre Guillermo Conti.
El sufrimiento a raíz de la pandemia y de la pérdida de seres queridos, sumado al bombardeo constante de noticias negativas y la incertidumbre reinante, convierten al presente en un momento muy difícil. En tiempos de crisis social, política, económica, moral y sanitaria, cuando nadie sabe a ciencia cierta hacia dónde vamos, quizás la espiritualidad sea el último refugio donde queden certezas.
“La sabiduría de una religión y el acompañamiento con rituales, mensajes y valores son fundamentales. La sabiduría te da visión. Las prácticas te ayudan, por un lado, a que tus momentos de felicidad sean más intensos y mejor direccionados; por otro lado, a que los momentos de dolor se puedan atravesar mejor y sirvan para fortalecerte y aprender de ellos. Esta sabiduría religiosa ayuda siempre”, manifestó el Rabino Fabián Skornik de la Comunidad Lamroth Hakol de Buenos Aires.
Apostolado digital
Los tres religiosos coincidieron en que las redes sociales e internet jugaron un papel fundamental a la hora de llevar la palabra de Dios y compartir las ceremonias religiosas, de acuerdo a cada culto. “Descubrimos que se puede difundir el Islam por Facebook y YouTube. Notamos la gran necesidad de las personas de vivir la espiritualidad en general, y no sólo me refiero al Islam. Si la gente no podía venir a la Mezquita, la Mezquita iba a las casas de la gente”, afirmó Sheij Abdala Cerrilla.
Asimismo, los católicos se sumaron a la utilización de las redes sociales como medios para hacer llegar la palabra. “Florecieron muchas iniciativas que se materializaron a través de las redes sociales. El fenómeno de las misas por streaming y los grupos de oración virtuales es algo nuevo y útil”, confesó el Padre Guillermo Conti.
La comunidad judía no se quedó atrás en el uso de la tecnología: “Nosotros usamos principalmente Facebook o YouTube, y en algunos eventos privados también Zoom. Todas las plataformas que estén disponibles en forma gratuita y sean accesibles para todo el mundo, las utilizamos y las seguiremos utilizando aunque vuelva la modalidad presencial”, dijo el Rabino Fabián Skornik.
La religiosidad es un tema intrínseco al ser humano y son los momentos de angustia, tristeza y desconcierto donde el hombre reconoce sus limitaciones. Nadie hubiera deseado esta pandemia, pero si hay que capitalizar las desgracias, es un buen momento para reencontrarse con uno mismo y con Dios, el único donde están depositadas las certezas de más del 90% de la población mundial. La búsqueda siempre es un camino difícil, pero es más valiente perderse que nunca emprender el viaje. Porque finalmente encontrar a Dios es la última causa de todos los santos.