La demagogia también fue el blanco de algunas pocas películas excepcionalmente adultas en su tiempo, por ejemplo la que le dio el Oscar a Broderick Crawford en 1949: “All the King’s Men” (“Decepción”) de Robert Rossen, uno de los grandes films políticos de todos los tiempos. El personaje de Crawford era el de un hombre humilde que ingresaba en la política para defender a su clase, pero terminaba ganando elección tras elección gracias a los empresarios que lo apoyaban. Hollywood, desde luego, fue atravesado por la caza de brujas del macartismo, y por años los productores evitaron los temas políticos. Tuvo que aparecer un auténtico pionero del cine independiente como Otto Preminger para describir una de las más crudas contiendas entre republicanos y demócratas en una obra maestra como “Advise and Consent” (“Tempestad sobre Washington”, 1962), con Charles Laughton como un astuto senador republicano que intenta bloquear la designación del posible secretario de Estado, al que interpreta Henry Fonda. El asunto se vuelve tan áspero como para que aparezcan carpetazos sobre relaciones homosexuales con otro senador (la película es la primera en Hollywood que describió un boliche gay).

En esa misma época empezaron a aparecer otros grandes directores que utilizaron el marco político para grandes thrillers, como el clásico conspirativo “The Manchurian candidate” (“El embajador del miedo”, 1962) de John Frankenheimer, en donde Frank Sinatra descubre un complot para asesinar al precandidato demócrata (el film es considerado una extraña premonición del asesinato de John F. Kennedy),

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Con la llegada de la contracultura aparecieron elecciones cinematográficas más alocadas, pero ninguna tanto como las de la audaz comedia psicodélica “Wild in the Streets” (Barry Shear”,1968), con un rockero hippie, Christopher Jones, que lidera protestas callejeras para bajar la edad del votante a los 16 años, lo que luego permitía que fuera elegido presidente. Sus primeras acciones de gobierno eran contaminar el agua corriente con ácido lisérgico y encerrar a los adultos en campos de reeducación. En 1972, una novela de Irving Wallace inspiró un gran film adelantado a su época, “The Man” de Joseph Sargent, con el gran actor afroamericano James Earl Jones (la voz de Darth Vader) como el un senador que, cuando muere el presidente en un accidente, debe asumir el cargo porque es el tercero en la sucesión y no hay vicepresidente. Conocida en la TV argentina como “El presidente negro” (no se estrenó en los cines), algo interesante de esta película es que a pesar de que era un drama riguroso en su descripción de los engranajes constitucionales, y de que trataba sobre los conflictos raciales de la sociedad estadounidense, el estudio tuvo que venderla casi como si se tratara de ciencia ficción, ya que por entonces el publico no podía ni imaginar un Barack Obama.

Un film más realista sobre los mecanismos de una elección en los Estados Unidos es “Power” (“El precio del poder”, 1986), de un gran director como Sidney Lumet, muestra a Richard Gere como un consultor político que debe encontrar un candidato en tiempo record, y que por supuesto se topa con personajes pintorescos y a veces de dudosa moral. La figura del consultor tuvo una interesante película sobre los escrúpulos de la política en la más reciente “Our Brand Is Crisis” (“Experta en crisis”, 2015) de David Green, con Sandra Bullock convertida en una asesora política internacional que debe ganar las elecciones de un candidato a presidente en Bolivia, contra otro candidato asesorado por el gran rival en su metier, Billy Bob Thornton. El film está bien armado, a pesar de la incongruencia facilista de no poner ningún dato de la realidad boliviana, empezando por una figura como la de Evo Morales.

Salvo casos excepcionales, como el de la obra maestra sobre el caso Watergate, “All the President’s Men” (“Todos los hombres del presidente”, 1976, de Alan J. Pakula, con Robert Redford y Dustin Hoffman como los periodistas de The Washington Post que revelaron los espionajes a la convención demócrata que culminaron en la renuncia de Nixon), cuando Hollywood se mete con asuntos políticos pocas puede ser tomado demasiado en serio. Por eso a veces sobresalen comedias como “The Campaign” (“Locos por los votos”, 2012), la burla del director a los republicanos con Will Ferrel y Zach Galifianakis como precandidatos al Senado por Carolina del Norte, que se susurran insultos en medio de los debates, corren a ver quien besa antes a un bebé, y suben en las encuestas cuando uno le dispara en la pierna al otro. No por nada el film de Jay Roach empieza citando a aquel candidato millonario, Ross Perot: “En la guerra hay reglas. En la lucha libre hay reglas. En la política no las hay”.

Por fmluzucom

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