Sin poder avanzar por ahora con el levantamiento del cepo –con una brecha cambiaria de casi el 50% es una tarea imposible–, el ministro de Economía, Luis Caputo, espera poder revertir la desconfianza del mercado con una oleada de buenas noticias. Por lo pronto, se apresta a anunciar en algunos días que, contra todos los pronósticos –incluso los del propio presidente, Javier Milei– el Tesoro nacional registró en junio pasado superávit fiscal y financiero (el neto entre ingresos y egresos, tras el pago de los intereses de la deuda).

“Junio va a dar déficit por una cuestión de estacionalidad, por el pago de los aguinaldos, pero cuando se tome el semestre dará positivo”, había adelantado en uno de sus tantos raids mediáticos el Presidente hace apenas semanas. Ahora, podrá decir que el equilibrio fiscal se mantuvo hasta en uno de los meses más duros y que el Estado acumula seis meses consecutivos de buenos números. Como toda verdad, se omitirá que el mes pasado también hubo algo de contabilidad creativa: los sueldos de junio de los organismos descentralizados y de las universidades públicas se pagaron extraordinariamente los primeros días de julio, y a las generadoras de energía, una vez más, no les cubrieron el 100% de la factura por la electricidad generada en abril. Detalles. Pero el mensaje es más potente: serán seis meses sin rojo fiscal, un récord para un país eternamente deficitario.

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El nerviosismo del equipo económico por momentos es palpable. Hubo pedidos del Banco Central a los banqueros para que salieran a explicar el incomprensible anuncio del viernes pasado y a aplacar cualquier temor que pudiera haberse suscitado entre los ahorristas. (Las declaraciones poco felices del economista Orlando Ferreres, que describió el anuncio como un “plan Bonex” para los bancos, generaron primero enojo en el entorno de Caputo, pero luego algo de desasosiego). Así, se vio a algunos de los banqueros de perfil más bajo desfilando esta semana por el prime time de los canales de noticias. Un control de daños que hubiera sido innecesario si se hubiera evitado lo que gran parte del mercado coincidió en describir como un error no forzado del ministro de Economía. Ya lo dijo alguna vez Caputo: el suyo es un equipo muy chiquito. Tal vez, habría que pensar en ampliarlo con voces leales, pero con pensamiento crítico.

La semana que viene va a hacer un mes desde que renunció el secretario de Política Económica, Joaquín Cottani -que nunca logró tener una participación real en la toma de decisiones del gabinete económico- y todavía no hay confirmación sobre cuándo asumiría su reemplazante, el chileno José Luis Daza.

La estrategia de Caputo pasa por mostrar un esfuerzo fiscal contundente para así sostener la baja de la inflación, y al mismo tiempo secar la plaza de pesos, para luego poder avanzar en el levantamiento del cepo cambiario sin que ello implique un shock de precios (aunque haya un salto cambiario). En el medio, sin embargo, la recuperación de la actividad económica aparece mucho más complicada que lo que esperaba el propio Gobierno, que había vaticinado que se vería un rebote rápido, en forma de “V”. “La caída de actividad era inevitable por el tipo de medidas que había que tomar, y creo que va a ser la parte más difícil. Más que nada porque el motor de un modelo así es la inversión y todavía hay mucha incertidumbre”, dice Adrián Yarde Buller, economista jefe de Facimex. “Parecía que el segundo trimestre podía ser un piso, pero ahora van saliendo algunos indicadores de junio que no son demasiado alentadores. Igual recién son los primeros números que hay. Yo veo que vamos a tener un rebote bastante gradual, volátil y heterogéneo entre sectores. Una especie de “W”, en este juego de ponerle letras a todo”, concluye.

En julio, por lo pronto, los primeros datos de recaudación fiscal son poco y nada alentadores. Será un desafío para Caputo sostener el superávit fiscal este mes. No sólo por la menor recaudación de los impuestos ligados a la actividad, sino porque se observa –confiesan fuentes de la AFIP– una fuerte caída en los ingresos por derechos de exportación (retenciones). Y los productores tienen pocos incentivos para liquidar su cosecha: muchos están recibiendo ofertas de los bancos para financiarse en pesos al 30% anual –una tasa negativa, en términos reales– y luego venden su trigo a futuro, a un dólar de 1238 pesos. Muchos acopiadores hasta mandan la promo (un flyer de Cargill circuló mucho en estos días). La operación está al alcance de la mano. Por lo que Hacienda deberá agudizar su creatividad si quiere sostener el superávit por séptimo mes. A las generadoras de energía ya les avisaron desde Cammesa –la empresa estatal que se encarga de los pagos– que “la cadencia de pagos será más lenta”. En los próximos días, es posible que las empresas tengan en el Estado un nuevo interlocutor: tal como informó el sitio especializado Econojournal, Caputo nombraría al ex CEO de YPF Daniel González como viceministro coordinador de las áreas de Energía y de Minería. Si bien Eduardo Rodríguez Chirillo seguiría como secretario de Energía, la designación de González sería la confirmación explícita de la injerencia del ministro Caputo en un área que en un comienzo no le era exclusiva.

Para absorber pesos del mercado, en tanto, el Banco Central y Economía están terminando de delinear con los bancos el canje de pases (deuda del BCRA) por letras de regulación monetaria (deuda del Tesoro) de mayor duración. Es el paso previo para iniciar una suba de tasas de interés.

También empezaron las conversaciones con banqueros para terminar de desarmar los puts, esta suerte de seguros de default con los que se emitieron varios títulos del Tesoro en el último tiempo, y que le permiten a los bancos reclamarle al BCRA en cualquier momento los pesos correspondientes a esos papeles. Son, en pocas palabras, una bomba de pesos en potencia. Esperan tener una solución para fines de mes. Por ahora, las alternativas que manejan son dos: un rescate directo de esos PUTs (no se sabe aún a qué precio) o la posibilidad de un canje de los bonos más largos -que hoy tienen esos seguros- por deuda más corta, ya sin este endulzante. Entre los banqueros hay una noción generalizada de que no hay mucho margen para resistirse a la movida del Gobierno, aunque no todos están en la misma situación. Al final del día, los bancos deben velar por la plata de sus depositantes. Y la baja de precio que sufrieron los bonos en el último mes, hace que los puts sean un seguro preciado. El lunes último, de hecho, el Banco Macro decidió ejercer puts por cerca de un billón de pesos (le vendió sus letras del Tesoro al BCRA a cambio de pesos) y generó un tembladeral entre sus pares. “O estamos todos o no tiene sentido esta negociación”, advirtió un banquero. Siempre existe el temor en estas negociaciones de que alguno saque los pies del plato…

Relaciones carnales

El plan económico del Gobierno contempla, en principio, una inyección de inversiones para poder fomentar la reactivación económica. Tras la aprobación del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), en los estudios de abogados se aceleraron las consultas, sobre todo, de inversores mineros y petroleros. Atentos a la reglamentación de la letra chica, los lobbies están a la orden del día. También habrá en las próximas semanas visitas claves de los Estados Unidos en ese sentido.

En dos semanas desembarcará en el país una delegación de senadores demócratas, encabezada por el presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la cámara Alta, Ben Cardin, que hace poco expresó su respaldo al fallo de la justicia argentina en el que responsabilizó a Irán y Hezbollah por los atentados a la AMIA y a la embajada de Israel. También está previsto que venga en semanas José Fernández, subsecretario de Crecimiento Económico, Energía y Medio Ambiente, del gobierno de Joe Biden. La Argentina hace tiempo viene intentando que el gobierno norteamericano la incluya dentro de la Inflation Reduction Act, una ley que ofrece beneficios fiscales para proveedores de minerales críticos, que fue diseñada para acelerar la transición energética de los Estados Unidos. Por ahora (y pese a la visita y la efectiva gestión que está realizando el embajador en Washington, Gerardo Werthein), estaría lejos de lograrlo.

En la agenda de alto impacto global que maneja la administración Milei, en agosto figura asimismo la visita del secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el australiano Mathias Cormann. La Argentina aspira a pertenecer al selecto grupo de países de la OCDE, dado que se trata de una suerte de sello de calidad y de buenas practicas para todos sus miembros. La visita traería anuncios. “El Secretario General de la OCDE hace siempre una visita oficial al país que recibe la Hoja de Ruta”, explica Marcelo Scaglione, quien durante la administración Macri supo estar a cargo de estas negociaciones. “La Hoja de Ruta es al paso previo al inicio de las evaluaciones de la Argentina en los 26 comités, proceso que puede llevar entre seis y ocho años”, adelanta. No serán inversiones, pero al menos parece ser un anuncio en la dirección correcta. No hay magia ni fuerzas del cielo. La Argentina, si quiere salir adelante, deberá hacer los deberes en el tiempo como lo hicieron todos los países normales del mundo.


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