El Presidente cerró sus primeros seis meses de gobierno con más aciertos que los errores tan temidos: bajó el déficit, contuvo la inflación, controló el dólar, aumentó reservas y mantiene a raya la crisis social

Luciana Vázquez

PARA LA NACION

Javier Milei Alfredo Sábat

Hay signos de cambio de época en la puja por el sentido común en la Argentina. También en el mundo. Y hay síntomas de cierre de una primera etapa en el gobierno y en la Argentina de Javier Milei, y de inicio de una nueva fase. Los disturbios de la Plaza del Congreso y los nuevos hitos de la agenda global de Milei acaban de sellar el cierre de la fase inaugural y la fijación de un significado político. Del otro lado, el arranque de la nueva etapa del gobierno puede vislumbrarse en tres hechos. La aceleración de la estrategia de desregulación, con el desembarco inminente de Federico Sturzeneger con cargo propio, y las novedades en el ministerio de Economía, con el anuncio el fin de la etapa de tasas reales negativas, léase licuadora, y las versiones de la eventual llegada del chileno José Luis Daza como viceministro de Economía de Luis Caputo.

La semana que pasó y el cierre del primer semestre de la presidencia de Milei empiezan a consolidar una identidad. La síntesis posible es: libertarianismo anti casta en el universo de las ideas, pragmatismo y realismo en el mundo de la gestión de lo local y lo global. Si ambos mundos coinciden, mejor. Si no, gana el pragmatismo. Hay evidencia de eso.

Por un lado, el abandono del purismo anticasta que condenó a la ley ómnibus y la transición de la adolescencia política a la adultez de la negociación parlamentaria, lo que salvó a la Ley Bases y al Paquete fiscal. El Gobierno dejó atrás el ir por todo para quedarse con lo que considera prioritario. Para eso, entró en el toma y daca: eso también es gobernar.

Por otro lado, el giro de la posición ante China también se alinea con el nuevo aprendizaje del gobierno. La gestión doméstica exige bajarse del caballo ideológico en lo global, aferrarse al renovado swap chino y entregar banderas intangibles llegado el caso: de la lucha contra el comunismo chino al viaje de Milei a China, esperado por el gobierno comunista de Xi Jinping como muestra de un cambio de clima en la relación, despejado el tema swap.

Mientras sesionaba el Congreso el miércoles, el jefe de Gabinete Guillermo Francos se encontraba con el embajador de China en la Argentina, Wang Wei. En uno y otro plano, el parlamentario y el chino, Francos fue el desatanudos clave: un experimentado integrante de la casta domando, usando lenguaje libertario, a la casta con el estilo aplomado de la casta. Francos, como “el adulto responsable” dentro del gobierno, al decir de Ariel Tarico. Es la aceptación del pragmatismo del poder por sobre el ideologismo. Trae beneficios, pero también puede tener costos, por ejemplo, la pérdida de identidad política.

Por ahora, el Gobierno viene sorteando ese riesgo y logra marcar su cancha simbólica, tanto en el contexto argentino como en el internacional. En lo local, el martes de la semana pasada, la Plaza del Congreso con los disturbios y los enfrentamientos con la policía es uno de esos síntomas en los que el Gobierno expuso su voluntad de triunfo en la puja por el sentido. El par “ley y orden” no retrocedió un milímetro ante la retórica izquierdo kirchnerista, que apeló al formato interpretativo “protesta legítima y represión ilegítima”.

La matriz conceptual mileista avanzó sin pudores y ganó el debate en parte de la opinión pública: en ese tipo de cuestiones, cuenta con el apoyo de buena parte de sus votantes del balotaje. Para esa ciudadanía, la plaza de la semana pasada fue un revival de la plaza de diciembre de 2017pero con otro resultado. Una diferencia sustantiva: un gobierno, el de Milei a diferencia del de Cambiemos, que vive sin complejos su colocación a la derecha del espectro ideológico y su reivindicación casi weberiana del “Estado y su monopolio de la violencia legítima”.

La falta de pudor y de complejo es un dato central de la política mileista: esa ausencia es la condición necesaria para mantener a raya la pretensión de hegemonía de la legitimidad ideológica y política que pretende el kirchnerismo. Porque no tiene complejos de corrección política progresista, el mileísmo es más efectivo que Cambiemos en la puja por el sentido común argentino. La desmesura mileista es la condición de posibilidad del cambio que propone Milei. Para bien y para mal.

Orden y violencia

Tanto Milei como la vicepresidenta Victoria Villarruel pasan de largo del legado histórico de la última dictadura y la connotación negativa que pesa sobre el concepto de orden y violencia legítima. En eso, está en sintonía con buena parte de los votantes que le dieron el voto en el balotaje, incluidos los que heredó de Juntos por el Cambio, que vieron durante años cómo el kirchnerismo ejerció la voluntad hegemónica de apropiación de la legitimidad política.

Para los votantes de Milei, la escalada en el desorden de la calle y el desafío a la legalidad del espacio público, tanto en 2017 como la semana pasada, implica un riesgo institucional mucho más cercano que la memoria de cualquier golpe histórico. Milei libra una disputa de igual a igual por la legitimidad de la corrección política y está dispuesto a pagar los costos políticos de dar vuelta esas legitimidades. En estos tiempos, esos costos parecen funcionarle como ganancias.

Que los senadores kirchneristas no hayan podido frenar la sesión del martes en medio de los disturbios -como sí lo lograron los diputados kirchneristas en 2017- es todo un signo de la transformación que vive la Argentina. El reclamo de dirigentes y organizaciones civiles del mundo kirchnerista y progresista por los detenidos en los disturbios del martes pasado no logran alzarse con el grado de legitimidad en la opinión pública que lograron durante el gobierno de Cambiemos.

El viaje de Patricia Bullrich a El Salvador como ministra de Seguridad y sus posteos del fin de semana asumiendo el modelo Bukele como un ejemplo a seguir en materia de baja de la inseguridad se inscriben en el mismo marco. El posicionamiento de Bullrich y las ideas que abraza trazan un arco desde la presidencia de Macri a la de Milei: del caso Maldonado y la resistencia a la presión kirchnerista en aquellos días a su rol actual, otra muestra de las nuevas legitimidades. Según una nueva encuesta de D’Alessio IROL-Berensztein, Bullrich y Villarruel lideran el ranking de imagen positiva, con el 48% y 46% de imagen positiva, respectivamente.

En lo global, la semana pasada, el rol de Milei como símbolo de los nuevos tiempos pudo exhibirse en un escenario crossover: del escenario empresarial libertario organizado por el Cato Institute y la Fundación Libertad y Progreso, con Elon Musk presente en Buenos Aires vía Zoom, al G-7 y la Cumbre por la Paz y el territorio clásico del concierto de las naciones más poderosas.

Milei tuvo, al fin, su primera “foto de familia” con la gobernanza internacional. “Viva la libertà”, posteó en X la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, que acompañó el posteo con una foto suya con Milei en el G-7, los dos a las carcajadas. Una especie de alianza entre la influencia del carisma y la desmesura mileísta y la influencia y poder político de Meloni. Otra puntada en la línea que conecta a los líderes de la derecha internacional, esta vez subrayado por Meloni, una de las contendientes del poder con mayor peso en la Unión Europea.

Identidad y respaldo

El cierre del ejercicio semestral está fijando esa identidad de la presidencia de Milei que lo coloca como un referente global rarísimo. Inclusive, en su polémico cruce con el jefe del gobierno español, Pedro Sánchez, una figura de referencia para el kirchnerismo, los argentinos están más de su lado. Según la última encuesta de la consultora Escenario, de los politólogos Pablo Touzón y Federico Zapata, el 41,2% cree que “Javier Milei tiene razón”. A Sánchez le da la razón el 28,39 por ciento.

En lo local, quienes interpretan con más agudeza el sentido de la etapa que está por iniciarse ponen el foco en el anuncio del fin de las tasas reales negativas. El razonamiento es el siguiente: la tasa de interés real negativa fue una herramienta audaz que pudo salir mal pero fue efectiva. Tuvo sentido mientras funcionó el mecanismo de la licuación, con una inflación mensual alta. Dejó de funcionar y perdió sentido con una inflación del 4% y con el dólar empezando a escaparse: la tasa baja encontró su límite.

En ese contexto, elogian la decisión de Caputo. Es la hora de complementar el ancla fiscal con el ancla monetaria. La circulación del nombre del economista chileno Daza se volvió un signo visible de que la economía de Milei está a punto de entrar en esa otra fase.

La versión de su llegada es confirmada off the record en el gobierno. Sin embargo, todavía no está concretado el nombramiento, que contaría con el apoyo de Milei. La demora se debe más a la letra fina de las condiciones de la mudanza de Daza y a cuestiones personales. Daza vive en Estados Unidos hace 30 años y hoy se mueve entre Manhattan y Greenwich, Connecticut. Daza viene dialogando con Caputo desde hace meses. A fines de mayo, estuvo en el Ministerio de Economía.

Daza creció profesionalmente en JP Morgan y en el Deutsche Bank, donde conoció y trabó amistad con “Toto” Caputo, y luego creó su propio fondo QFR. Es un experto en mercados emergentes, entre ellos, la Argentina. De hecho, tiene más vínculos sociales y profesionales con argentinos que con Chile.

Nació, además en la Argentina, en 1958. Es uno de los cinco hijos de Pedro Daza, un reconocido diplomático de carrera chileno ya fallecido, que llegó destinado a Buenos Aires. Su madre, de 94 años, es Carmen Narbona, una de las dos únicas mujeres en estudiar ingeniería en Chile por aquellos años. Su hermana, Paula Daza, fue secretaria de Salud durante la presidencia de Sebastián Piñera, en plena pandemia. Fue una de las funcionarias del gobierno chileno con mayor imagen positiva en ese momento.

De Buenos Aires, Daza llegó a Uruguay con su familia paterna para empezar la primaria en el British Schools of Montevideo, la escuela a la que fueron el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, y parte de su gabinete, como la actual ministra de Economía, Azucena Arbeleche, y el excanciller Ernesto Talvi. Terminó la secundaria en Chile, en el Grange School, donde se formó buena parte de la dirigencia chilena. Tiene estudios de doctorado en Economía por la Georgetown University. En las próximas semanas se sabrá si se confirma o no su nombramiento.

Contra todos los pronósticos, Milei cerró su primera etapa de gobierno con más aciertos que los errores tan temidos: bajó el déficit, contuvo la inflación, controló el dólar, aumentó reservas y, por el momento, mantiene a raya la crisis social. En el horizonte del nuevo ciclo, hay nuevos desafíos: el desempleo, la recesión y la falta de inversión con un cepo que sigue vigente. “Esperamos nuevos anuncios, y más concretos, en la segunda etapa que se abre”, dice un macroeconomista que sigue los pasos del gobierno desde el exterior.

Luciana Vázquez


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