Desde su infancia, en Parque Chas, Mariela Ajras supo que el arte sería parte de su vida. “Era una nena muy inquieta y me anotaban en todos los talleres extracurriculares que había” recuerda, entre risas. Así comenzó a estudiar cerámica con Ángela Ginevra, un aprendizaje que la marcó profundamente, aunque cuenta que siempre se inclinaba más hacia la pintura de las piezas, dando sus primeros pasos en lo que luego sería su gran pasión.

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Nacida en una familia a la que define como “muy académica”, no se cuestionó la idea de seguir una carrera universitaria y se anotó en Psicología, pero al tiempo decidió dejarla porque tenía miedo de que la profesión la alejara del dibujo. Así fue que se tomó una pausa, en la que se formó con maestros particulares de arte. Sin embargo, un año después retomó las aulas, decidida a no abandonar ninguna de sus pasiones. “No quería tener la sensación de algo inconcluso. Necesitaba dejar grabada en mí la experiencia de atravesar un ciclo completo. Si bien ejercí poco tiempo como psicóloga, creo que esa formación me dio un modo de ver el mundo que me acompaña en todo lo que hago” dice la artista.

Sin perder su cualidad inquieta, apenas terminó la carrera, con más tiempo libre, comenzó un taller de muralismo en el que conoció a los artistas Milu Correch, El Marian y Marcos Burdeta. Juntos armaron un proyecto de crowfunding -cuando este tipo de iniciativas recién empezaban- con la idea de reunir dinero para viajar pintando por las provincias. Sonríe al recordar que no lograron una gran recaudación, pero sí lo suficiente para recorrer el sur de Santa Fe pintando. Las redes sociales, que en ese momento comenzaban a ser furor, hicieron el resto.

Unos artistas de Colombia vieron su trabajo en Facebook y los invitaron a pintar un mural enorme en un festival en Bogotá. Desde ahí no paró y hoy su arte la tiene sembrando huellas por el mundo: “Tuve la suerte de que entré rápidamente en un circuito muy armado y me fueron saliendo trabajos viajando por distintos lugares”, comenta.

Su arte se puede disfrutar en las paredes de ciudades como Barcelona, Valencia, Nápoles, Louvain, Ciudad de México, Guadalajara, Ciudad Juárez, Morelia y Montevideo, entre otras. Para la artista es fundamental empaparse del contexto y escuchar a los habitantes del lugar en el que pinta, ya que lo más importante para Marie es que sus trabajos los disfruten quienes tienen que verlos todos los días. “Es increíble el efecto que tiene un mural para producir comunidad. Es como un nudo en el mapa, que convoca a la gente desde un lugar creativo. A mí me gusta producir imágenes abiertas, que disparen sentidos y abran a la imaginación. Un mural genera encuentros y charlas desde un tono más lúdico”, sostiene.

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En 2019 fue convocada a participar en el proyecto “Corredor de la Memoria”, en conmemoración a los 25 años del atentado a la AMIA, donde realizó uno de los murales más grandes de la ciudad de Buenos Aires: “El mural, si bien no repara, tiene la función de ´anudar´ ese sinsentido. Es un lugar donde se practica la memoria, se recuerda, se conecta con eso y esa tristeza se transforma en algo más poético. Me llegan muchos mensajes y eso muestra el potencial que tiene el mural a gran escala”, dice, y destaca el rol de las paredes para expresar las luchas y sensibilidad de los pueblos.

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Recientemente, terminó una serie de murales en el Museo de la Ciudad de Buenos Aires, en San Telmo. “Me gustó producir imágenes a partir de toda la información de este museo, que es muy interesante. La idea era hacer dos murales: uno que refiriera al pasado y otro con una concepción del futuro. Así, uno es como un homenaje a la vida cotidiana de las mujeres. La idea fue generar una imagen onírica, como si estuvieras mirando un recuerdo. El otro es un retrato de una mujer mirando al horizonte y tiene dos pantallas que la atraviesan y distorsionan un poco el mundo que la rodea. Esto tiene que ver con el desdoblamiento a partir de la identidad tecnológica, las pantallas, sobre todo con la pandemia también. Nuestras identidades son múltiples. Las imágenes de las mujeres se enfrentan y se están mirando. Creo que tiene que ver con resignificar el futuro mirándose”, dice.

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La sensibilidad va de la mano del esfuerzo físico en el universo de Marie Ajras. Grúas, andamios y poner el cuerpo forman parte de la rutina de trabajo de una artista todoterreno que confiesa que en un momento dedicó comenzar a entrenar para poder rendir al máximo en proyectos de gran intensidad. “En general nunca tardo más de cuatro semanas en pintar un mural y es muy demandante física y mentalmente. No tengo un sistema para pintar. El resultado final de la obra es como una resonancia entre lo que a mí me pasó, lo que vi, lo que me contaron y escuché. A veces emergen cosas que después la gente del lugar interpreta de modos que yo ni pensé, porque surgen cosas que están ahí, latentes”, concluye la artista.


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Por fmluzucom

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