Alejandro Álvarez, el subsecretario de Políticas Universitarias de Javier Milei, es un converso. Cualquiera que mire su currículum vitae, que repase su militancia en el peronismo o que conozca su historia en los claustros diría que es un claro exponente de la “casta universitaria”. Pero su vida personal dio un vuelco en 2018, con el debate por el aborto legal. Ese momento lo encontró operando a favor de la causa celeste en el Senado. En palabras del propio Álvarez, según dicen quienes lo frecuentan, ese fue un punto de inflexión en su vida y un “clic moral”.

Álvarez parece hoy “más mileísta que Milei”, dicen quienes lo tratan. El funcionario denuncia que hay un “clima de sovietización” en las universidades y a cada rector que toca la puerta de su oficina le advierte que cortará las transferencias discrecionales y que auditará cada peso girado a las casas de estudios a través de la Sindicatura General de la Nación (Sigen). En X -donde es muy activo como el Presidente- dijo que el apagón que se practicó en las facultades como gesto por el reclamo presupuestario fue un acto de “terrorismo”.

Un cortocircuito en el relato libertario

Pero Álvarez también fue y es parte de la universidad pública. Todavía da clases como titular de la materia Ciencia Política del CBC de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y es profesor adjunto de la materia Historia Económica Contemporánea de la Universidad Nacional de la Matanza (Unlam). Para los que tienen historia en la política estudiantil, antes de ser funcionario de Milei, Álvarez es “el Galleguito”.

Historia de militancia

El subsecretario de Políticas Universitarias es hijo de Alejandro “Gallego” Álvarez, mítico fundador de Guardia de Hierro, la agrupación justicialista que trabajó para el retorno de Juan Domingo Perón del exilio y que se oponía a la lucha armada de Montoneros. Esa cantera formó cuadros como José Manuel de la Sota, Julio Bárbaro, Juan Carlos y José Octavio Bordón. Así, Álvarez hijo respiró peronismo desde la cuna y vio desfilar por la mesa familiar a decenas de dirigentes, legisladores y funcionarios. Quienes lo frecuentan destacan la biblioteca de más de 6000 ejemplares que heredó de su padre.

Cuando estudió Ciencias Políticas en la UBA, Álvarez se zambulló de lleno en la militancia estudiantil peronista. En la Facultad de Ciencias Sociales (Fsoc), al inicio de 2000, fundó La Vallese, una agrupación que, según su web, enarbola tres banderas del justicialismo: “independencia económica, autonomía política y justicia social”.

La Vallese integró la Juventud Universitaria Peronista (JUP), donde Álvarez llegó a ser dos veces miembro de la mesa nacional. “En esa época, en la Federación Universitaria Argentina (FUA), por el radicalismo estaba Franja Morada y por el peronismo había tres espacios: La Cámpora, que recién arrancaba, la JUP tradicional y la pata de la JUP que se referenciaba en La Vallese del Galleguito”, describe a LA NACION un rector que supo compartir esos ámbitos con Álvarez.

El funcionario de Milei no solo tuvo una activa militancia política en los ámbitos educativos sino que también, como profesor, se involucró en la vida gremial universitaria. Hasta 2018 fue militante de la Asociación de Docentes de la Universidad de Buenos Aires (Aduba), una organización que constantemente deficiente la universidad “pública, gratuita, inclusiva y de calidad”.

El vicerrector de la UBA y referente radical, Emiliano Yacobitti (devenido en adversario directo del Gobierno) es contemporáneo de Álvarez. “Siempre rivalizamos, entonces y ahora”, lo escucharon decir recientemente al funcionario nacional que hoy suele tildar de “chorros” a rectores, gremialistas y dirigentes estudiantiles.

Además de una vida en los pasillos universitarios, Álvarez fue casi tres décadas empleado de planta del Congreso y tuvo un paso fugaz por la gestión de Néstor Kirchner. En 2003 fue asesor del primer secretario de Ciencia y Tecnología del gobierno kirchnerista, Tulio Del Bono. Gracias a eso viajó a la Antártida.

Carlos Torrendell, secretario de Educación

En 2008 se desempeñó en la comisión de Presupuesto y Hacienda de Diputados como asesor de Gustavo Marconato, que por entonces era legislador del Frente para la Victoria. Álvarez asegura que se alejó del kirchnerismo con el pacto con Irán. En 2017, y siendo parte de la planta del Senado, encontró refugio en el despacho de Guillermo Snopek. Al año siguiente se inauguró la primera discusión para legalizar el aborto. Álvarez se pintó la cara de celeste y comenzó a operar en la Cámara alta en contra de la ley. A los libertarios suele decirles que el rechazo al proyecto -que ese año terminó por frustrar la iniciativa- “se terminó de cerrar en el despacho de Snopek”.

Fue durante ese debate que conoció a Santiago Santurio, por entonces un asesor de Pro en Diputados que había intentado mover los hilos como miembro de la Unidad Provida en contra de la interrupción voluntaria del embarazo. Santurio luego se integró al proyecto de Milei como su asesor legislativo y atrajo a Álvarez a las filas libertarias.

“Yo tengo historia en el peronismo, pero hoy me representa Javier. La clase obrera votó a Milei”, suele decir Álvarez que cursó un doctorado en Economía en la Unlam y carga con el karma de la tesis, que todavía no entregó. Eligió hacer su trabajo sobre la emisión monetaria, la inflación y las cuasimonedas. Las disertaciones económicas de Milei en los paneles de televisión siempre lo fascinaron. “Alejandro es de los más convencidos del proyecto”, dice un referente libertario que lo conoce bien. Ahora que el partido nacional de La Libertad Avanza está en formación, él asegura que está dispuesto a afiliarse. Con el jefe de Estado no tiene trato directo.

Javier Milei vs. universidad pública: ¿y si ninguno la está viendo?

Desde que llegó a su cargo, que depende de la secretaría de Educación que conduce Carlos Torrendell dentro del Ministerio de Capital Humano que comanda Sandra Pettovello, Álvarez le dejó muy claro a la comunidad universitaria: “No vengo a representar a los rectores sino al Gobierno”. Un mensaje chocante entre las autoridades universitarias, que estaban habituadas a tratar con un par suyo del otro lado del escritorio.

En el primer plenario del Consejo Internuniversitario Nacional (CIN), Álvarez dio la nota y salió a señalar con el dedo a los rectores, un contraste notorio con el trato amable que minutos antes les había dedicado Torrendell. “El sujeto de nuestra gestión no son ustedes sino los alumnos. La burocracia universitaria no es una prioridad para nosotros. Esto no es Disney”, le dijo el subsecretario a los jefes de las casas de estudios. “Nosotros llevamos cuatro meses, apenas estamos entendiendo cómo funciona”, reconoció también.

Para Álvarez no hay ningún secreto: su prioridad es controlar los fondos que van a las universidades. Su idea es surcar la legislación que determina la autonomía universitaria para hacer una “auditoría conjunta” con las casas de estudios con el protagonismo de la Sigen. Para los rectores, el subsecretario del área ya se erigió como un interlocutor hostil. Creen su único objetivo es entrar con la motosierra en el sistema que lo albergó en sus años de juventud.

Por fmluzucom